martes, 21 de octubre de 2008

LAS INDUSTRIAS CULTURALES

LAS INDUSTRIAS CULTURALES




Los estudios sobre industrias culturales llevan por lo menos cuatro décadas en Latinoamérica, pero su examen –a cargo de especialistas en comunicación y sociólogos, estaban orientados las más de las veces a entender la estructura empresarial de los medios, su poder ideológico, su impacto sobre el consumo y los cambios que producen en la conciencia social. El tamaño de las inversiones editoriales, telefonía, televisión y música produjo que las noticias culturales aparezcan a menudo en las páginas financieras de los periódicos.

Si bien cada una de estas industrias tienen una dinámica especial identificada por sector, ya no pueden evaluarse de modo individual separando lo concerniente a cine, libros o televisión como compartimentos estancos, sino como un complejo entretejido de servicios multimediales. Su interactuación se debe tanto a la interrelación tecnológica como a la trama del tejido social actual. Se extienden al conjunto de la vida cotidiana, e influyen en la organización sociopolítica, penetrando en la educación formal e informal. De este modo, en la actualidad los organismos predominantemente económicos de nivel mundial están tomando en cuenta a la cultura como parte de los requerimientos sociales necesarios para el desarrollo.

Para trazar políticas que promuevan y regulen la producción y la comercialización de la cultura, se hace necesario contar con información sobre la recomposición de los mercados culturales y de los hábitos de consumo, más allá que se conozcan los acuerdos sobre aranceles y propiedad intelectual, inversiones extranjeras y multinacionales, derechos de los consumidores y toda otra información que contribuya al desarrollo de los modos de interrelación entre las sociedades.

El desconocimiento de los movimientos de las audiencias y los montos reales de importación-exportación de bienes culturales, es tan importante como la disociación que existe entre quienes se ocupan de la economía y quienes se dedican a la cultura: los economistas pueden descuidar aspectos cualitativos, estéticos y aún políticos de las obras culturales. Los gestores culturales o los productores de bienes de la cultura, los especialistas en arte en su sentido más amplio, suelen desconocer las reglas básicas de la administración y el planeamiento socio-económico.

Tener en cuenta el tema de la identidad cultural puede asociarse solamente con una parte de la concepción global de cultura. La políticas culturales no deberían ceñirse a la administración del patrimonio histórico, artístico, tangible e intangible, lo cual puede corresponderse con una visión patrimonialista de la identidad. Es necesario ampliar el horizonte y abarcar las formas actuales en que se expresa la cultura y los actores sociales, el ciudadano, con relación a las industrias culturales.

Esta sociedad actual, sujeta a procesos de globalización de distinto tipo, contiene numerosos elementos novedosos tanto desde las mutaciones en los estilos de vida, el policentrismo en la política internacional, la translocalización del trabajo, el capital y la comunidad, la confusa y profunda percepción de transnacionalidad en el turismo, en los medios de comunicación y en el consumo, como en la multiculturalidad y en las industrias culturales globales.

Habría que preguntarse cómo y en qué grado el hombre y las diferentes culturas se perciben e identifican en sus diferencias y hasta qué punto esa percepción de si mismo influye y modifica sus conductas. El abordaje del encuentro, la interacción y la reconstrucción de las distintas culturas locales representa un proceso dialéctico, en el que el pasaje de identidades culturales tradicionales y modernas de base territorial a otras modernas y postmodernas de base transterritorial deben ser estudiadas desde una perspectiva de producción industrial, comunicación tecnológica y consumo de los bienes culturales.

Cuando no tenemos tradición de visita a los museos, cuando el paseo por la cultura pareciera ser una cuestión exclusiva, cuando no sabemos disfrutar de la oferta cultural porque las razones se agotan en lo sectorial restringido para unos pocos (la cultura de elite) o lo popular mal entendido (para el pueblo), hablar de cultura parecería tener en cuenta los sitios arqueológicos y los museos, los barrios históricos y las obras de arte, la actuación de orquestas de cámara en recoletos espacios para un público selecto y el estereotipo de lo que hasta ahora tuvimos enquistado como referencia a la producción cultural.

En la actualidad, lo que ocurre con las culturas tiene que ver con libros y videos, bibliotecas virtuales, industrias musicales, telenovelas, industrias cinematográficas. Pero también con la información de los consumidores, que son el público a quienes va dirigida toda esta producción, a los lectores, los cinéfilos, los usuarios de Internet, todos estos escenarios mediáticos en los que se forman hoy, junto a la escuela, los nuevos ciudadanos.

Es en las industrias culturales y en los procesos de comunicación masiva donde se desenvuelven en las últimas décadas las principales actividades culturales, las que dan información y entretenimiento a las mayorías, las que influyen de modo más significativo en la economía de cada sociedad y ofrecen mejores oportunidades de conocimiento reciproco e intercambio entre los países. Según datos aportados por García Canclini de apenas un lustro atrás, en varios países europeos el arte y la cultura alcanzan el 3% del PBI, y en Estados Unidos el sector cultural, sobre todo por la producción y exportación audiovisual, representa el 6% del producto interno, generando posibilidad de empleo a más personas que la minería, la policía y la forestación. Desde hace más de veinte años, la producción de arte y artesanía de la República de Indonesia era el principal componente del PBI y el desarrollo de la Escuela de Arte y Artesanía de Dyakarta era un polo de desarrollo efectivo para la producción a escala tanto de telas rituales, ceremoniales y de uso cotidiano en Batik, como de la más exquisita elaboración de joyería, muebles y elementos en rattán y piezas talladas en madera para decoración o utilitarios.

Por otra parte, las industrias culturales crecen a mayor velocidad que otras áreas de la economía y generan más puestos de trabajo año tras año.

Los procesos de globalización e integración regionales llevan a reconocer también la existencia de un macropúblico a quien van dirigidas tanto la información cuanto la producción de industrias culturales y el entretenimiento mundial. Lo público se desarrolla tanto en los diarios y las radios como en los entretenimientos, en los talk-shows televisivos, los videojuegos, toda clase de concursos, las producciones televisivas de toda índole, ampliando el concepto de lo que los antropólogos denominábamos como producción cultural, y en sentido aún más estricto, la cultura.
El aprecio de la mayoría de los espectadores y los consumidores de bienes culturales en la actualidad, está más centrado en la calidad técnica de los medios, su calidad espectacular en lo audiovisual, el confort en el acto de consumo y el placer que una historia bien narrada, con ritmo y acción, proporcione a sus disposiciones estéticas de rutina, con rutinas importadas desde los centros hegemónicos de poder, que han incorporado al gusto mediático la iconografía y los modelos afectivos e intelectuales de ese país, tanto en las audiencias masivas como en las de mayor nivel educativo.

La política implementada desde el Gobierno de la Provincia de San Luis con el Programa de Becas Arte Siglo XXI se constituye en un primer paso hacia la ejecución de estrategias de producción. Los becarios somos productores de arte y comunicación que mediante nuestro trabajo anual estamos generando un cambio en la concepción sociocultural de los receptores de nuestros productos simbólicos y artísticos. Más allá y sin desmedro de toda otra producción cultural emanada de los propios actores y productores de la cultura provincial, regional, nacional, es desde este espacio de creación, investigación, profundización y transmisión de la actividad artística que tenemos la posibilidad de propiciar un cambio.

Porque no hay lugar en las políticas culturales sólo para lo que al mercado le conviene, sino también para la diferencia y la disidencia, para la innovación y el riesgo. La creatividad sociocultural implica a los públicos actores pero también a los consumidores. El valor de los productos culturales, además de tener que ver con los temas estéticos, de innovación y de adecuada difusión, es una cuestión de interés público y como becarios, estamos trabajando para esto.