miércoles, 24 de febrero de 2016

el tio cacho

EL TIO CACHO


Oscar Antonio Gutiérrez siempre fue borracho. De caña, de ginebra o aguardiente. No había forma de sacarlo del boliche. Todas las tardes se escapaba del Banco y pasaba por la mesa de la esquina a beber su infortunio.
Borracho de piel blanca no es lo mismo que obrero en curda. Pero Oscar Antonio Gutiérrez se amparaba en los sinsabores de su vida.

Siempre me dió asco. Pero más que nada, sufrí por él la vergüenza que se cobró Elenita el día que lo vió pasar, y me saludó, atildado.

- Ahí va el borracho de Gutiérrez! Qué raro, no va en pedo- dijo Elenita sentada en el umbral de la vereda.

- Pero Cacho es mi tío -alcancé a balbucear con mucha pena.
Yo no sabía...

La pena era por mí, no te equivoques. Sentí el dolor de la familia herida. El nombre mancillado por un vicio escondido en la apariencia del Secretario de la Biblioteca Popular.

- Es mentira, Elenita -le dije. Mi tío es un señor.

El otro día, arreglando la lustradora de Hilda, saltó una esquirla.
Su pulso breve alcanzó para marcar el número de teléfono de la Clínica.

Cuando llegaron a buscarlo, su ojo izquierdo estaba hueco, vacío de todos los humores.
La sangre del ojo había llenado las copas de todo el cristalero.-



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