EL TIO CACHO
Oscar Antonio Gutiérrez siempre fue
borracho. De caña, de ginebra o aguardiente. No había forma de sacarlo del
boliche. Todas las tardes se escapaba del Banco y pasaba por la mesa de la
esquina a beber su infortunio.
Borracho de piel blanca no es lo mismo
que obrero en curda. Pero Oscar Antonio Gutiérrez se amparaba en los sinsabores
de su vida.
Siempre me dió asco. Pero más que
nada, sufrí por él la vergüenza que se cobró Elenita el día que lo vió pasar, y
me saludó, atildado.
- Ahí va el borracho de Gutiérrez! Qué
raro, no va en pedo- dijo Elenita sentada en el umbral de la vereda.
- Pero Cacho es mi tío -alcancé a
balbucear con mucha pena.
Yo no sabía...
La pena era por mí, no te equivoques. Sentí el dolor de
la familia herida. El nombre mancillado por un vicio escondido en la apariencia
del Secretario de la Biblioteca Popular.
- Es mentira, Elenita -le dije. Mi tío es un señor.
El otro día, arreglando la lustradora
de Hilda, saltó una esquirla.
Su pulso breve alcanzó para marcar el
número de teléfono de la Clínica.
Cuando llegaron a buscarlo, su ojo
izquierdo estaba hueco, vacío de todos los humores.
La sangre del ojo había llenado las
copas de todo el cristalero.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario