Y estoy aquí, otra vez, pensándote.
Sabiendo que está de más. Que no interesa tu sentencia.
Ya está resuelto.
Sin embargo, vacía quedo sin saber de tu presencia.
Porque no hubo preguntas ni requiebros.
Porque la suerte estaba echada.
Y fuiste vos, porque tuviste que serlo.
Como hubiera seguido no-siéndolo por mucho tiempo.
Y el carisma de mi esencia seguiría por romanza.
Por teorema.
Por costumbre de no asumir la circunstancia de cambiar
el estado corpóreo,
de la equidistancia pendular,
del mismo círculo envenenado porque sí.
Y cambiar -cambiando-nada.
Y reír, sintiendo la espalda mancillada de reproches.
Que quedaron
atrás,
que nunca hubieron.
Que no sentí sino alegría de saberlo yerto.
Compartido en la penumbra de mi mente.
Gris y sol.
Aguilas y anguilas cerniéndose en el alba.
27/III/75
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