MILAGRO
Quise verte y aquí estoy. Vine a saludarte, pasé por el pueblo y me dije... tanto llanto, tanta angustia por tu ausencia, tanta soledad de sonrisas y ansiedades.
Y ese silencio perenne entre nosotros, esos ojos cerrados al recuerdo, al olvido, al despertar. Esa lágrima perpetua, inmutable en el rostro de sombras sin regreso. Esa mueca de tristeza al pasar, como quien por un momento rememora el agridulce de una niñez sin caricias, sin juguetes simples, y con un manotazo de vida tumultuosa las arranca para afuera, para siempre, mientras por dentro la marca se agiganta de repente un poco más.
Quise contemplar tu figura en las imágenes. Esa que preocupaba tu aleteo de marzo y nunca llegó un octubre que la supiera dibujar. Porque la mano majestuosa guiaba tu bosquejo hacia otro caudal. Porque tu mente tirana no se fijaba en el libre albedrío, los pájaros de seda y tantas cosas más. Cómo tolerás ahora tus noches sin whisky, sin tabaco importado, sin cuentakilómetros tocando la qué-se-yo, cómo te sentís ahora? Ni el Polaco ladrando su fascinante estirpe, ni The Spiders, te acordás, gesticulando monótonos en esa noche de baile con la luna en su apogeo. Y esa Polonesa Heroica, y ese Sueño de Amor que no acunaste nunca, ni por una noche de madrugada que te arrebató los sueños.
Nunca pensé poder mirarte por tanto tiempo, abigarrados los ojos con tanto recuerdo, agazapado el silencio entre tanto desconcierto.
(Por Dios, no te quedes así, no llores, no quiero verte triste).
Nunca imaginé este milagro insatisfecho.
Este contarte tantas cosas de éste, tu mundo amado y tantas veces aborrecido. De ésta tu gente conocida, de tantas islas que eran también la tuya y la mía en un chocar de planetas en este arrebol duradero, inacabable.
Porque, lo sé, tu vida durará siempre, hasta que la mente herida en el pensamiento lejano derrame sobre tu esencia la última gota de tu sangre acontecida de recuerdos.
Nunca creí que al mirarte, tus ojos en duelo me devolvieran, por milagro, tu nombre completo.
(Te acordás, nunca te gustó decir el segundo, era feo)
Y dos fechas: una rebozante y la otra, por milagro, de hielo.
Como tus ojos que me daban miedo. Que pensaras que mucho me detenía en tu vista o que pasaba demasiado en vuelo.
Como la vida y la muerte.
Como el horizonte que alcanzaste con el cosquilleo impalpable de esta ansiedad tuya de vivir pronto o de no morirte nunca, no se.
Pero fijate. Estar así ahora, por milagro, a dos meses de no verte más, o a no-se-cuanto-tiempo de no volverte a ver.
Hablando de todo sin conversar de nada. Queriendo reír por tu viaje y alcanzando tan sólo una tristeza inocua de no poder saludarte sin que me preguntes por qué.
Como aquél septiembre, en aquél baile de estudiantes, cuando yo festejaba mi egreso y vos tu décimo aniversario de egresado. Con Pintura Fresca y ese Orgullosa Mary que acomodaste para mí porque no te saludaba más. Ahora te saludo. Por esa y por tantas otras veces que mi espíritu te estrechaba esa mano que ahora me preocupa cómo estará, pero que mi actitud pobre no dejó entrever siquiera.
Por qué tanto orgullo?
Por qué no te miré antes, cuando podías verme, cuando tal vez tu amor propio lo necesitaba.
Quién sabe si estará satisfecho ahora...
Me llega tu voz desde una caverna quieta y silenciosa que hace más inquietante la risa sórdida de tu ausencia.
Esa risa que no se me irá nunca, aunque la carcajada del mundo intente aplacarla.
Qué pasó...?
Se que estás ahí contra tu voluntad.
Me bastó un milagro para comprenderlo.
Se que ese que no querías tu Dios te ganó la batalla contra los treinta que te empeñaste en exprimir hasta el último segundo.
Pero por qué?
POR QUÉ?
Mil y una vez, P O R Q U É?
Con esas ganas de robarle a la vida lo que ella te robó
Te resignarás al basta? O retorcerás los brazos del destino como una cruz esvástica, esa que quedó entre los huesos inertes de tan injusto arrebato?
Esperá.
No digas nada.
Callate.
Vuelvo mañana.
Están sonando unas campanas, las oís?
Me olvidé, sabés?
Por milagro de esas campanas, se me encarniza la angustia y me oprime la garganta.
Olvidé que el cementerio cierra a las siete, y no me alcanzó el milagro para quedarme sin lágrimas, sin milagro, sin su mirada, sin, sin palabras.
Nada.-
Quise verte y aquí estoy. Vine a saludarte, pasé por el pueblo y me dije... tanto llanto, tanta angustia por tu ausencia, tanta soledad de sonrisas y ansiedades.
Y ese silencio perenne entre nosotros, esos ojos cerrados al recuerdo, al olvido, al despertar. Esa lágrima perpetua, inmutable en el rostro de sombras sin regreso. Esa mueca de tristeza al pasar, como quien por un momento rememora el agridulce de una niñez sin caricias, sin juguetes simples, y con un manotazo de vida tumultuosa las arranca para afuera, para siempre, mientras por dentro la marca se agiganta de repente un poco más.
Quise contemplar tu figura en las imágenes. Esa que preocupaba tu aleteo de marzo y nunca llegó un octubre que la supiera dibujar. Porque la mano majestuosa guiaba tu bosquejo hacia otro caudal. Porque tu mente tirana no se fijaba en el libre albedrío, los pájaros de seda y tantas cosas más. Cómo tolerás ahora tus noches sin whisky, sin tabaco importado, sin cuentakilómetros tocando la qué-se-yo, cómo te sentís ahora? Ni el Polaco ladrando su fascinante estirpe, ni The Spiders, te acordás, gesticulando monótonos en esa noche de baile con la luna en su apogeo. Y esa Polonesa Heroica, y ese Sueño de Amor que no acunaste nunca, ni por una noche de madrugada que te arrebató los sueños.
Nunca pensé poder mirarte por tanto tiempo, abigarrados los ojos con tanto recuerdo, agazapado el silencio entre tanto desconcierto.
(Por Dios, no te quedes así, no llores, no quiero verte triste).
Nunca imaginé este milagro insatisfecho.
Este contarte tantas cosas de éste, tu mundo amado y tantas veces aborrecido. De ésta tu gente conocida, de tantas islas que eran también la tuya y la mía en un chocar de planetas en este arrebol duradero, inacabable.
Porque, lo sé, tu vida durará siempre, hasta que la mente herida en el pensamiento lejano derrame sobre tu esencia la última gota de tu sangre acontecida de recuerdos.
Nunca creí que al mirarte, tus ojos en duelo me devolvieran, por milagro, tu nombre completo.
(Te acordás, nunca te gustó decir el segundo, era feo)
Y dos fechas: una rebozante y la otra, por milagro, de hielo.
Como tus ojos que me daban miedo. Que pensaras que mucho me detenía en tu vista o que pasaba demasiado en vuelo.
Como la vida y la muerte.
Como el horizonte que alcanzaste con el cosquilleo impalpable de esta ansiedad tuya de vivir pronto o de no morirte nunca, no se.
Pero fijate. Estar así ahora, por milagro, a dos meses de no verte más, o a no-se-cuanto-tiempo de no volverte a ver.
Hablando de todo sin conversar de nada. Queriendo reír por tu viaje y alcanzando tan sólo una tristeza inocua de no poder saludarte sin que me preguntes por qué.
Como aquél septiembre, en aquél baile de estudiantes, cuando yo festejaba mi egreso y vos tu décimo aniversario de egresado. Con Pintura Fresca y ese Orgullosa Mary que acomodaste para mí porque no te saludaba más. Ahora te saludo. Por esa y por tantas otras veces que mi espíritu te estrechaba esa mano que ahora me preocupa cómo estará, pero que mi actitud pobre no dejó entrever siquiera.
Por qué tanto orgullo?
Por qué no te miré antes, cuando podías verme, cuando tal vez tu amor propio lo necesitaba.
Quién sabe si estará satisfecho ahora...
Me llega tu voz desde una caverna quieta y silenciosa que hace más inquietante la risa sórdida de tu ausencia.
Esa risa que no se me irá nunca, aunque la carcajada del mundo intente aplacarla.
Qué pasó...?
Se que estás ahí contra tu voluntad.
Me bastó un milagro para comprenderlo.
Se que ese que no querías tu Dios te ganó la batalla contra los treinta que te empeñaste en exprimir hasta el último segundo.
Pero por qué?
POR QUÉ?
Mil y una vez, P O R Q U É?
Con esas ganas de robarle a la vida lo que ella te robó
Te resignarás al basta? O retorcerás los brazos del destino como una cruz esvástica, esa que quedó entre los huesos inertes de tan injusto arrebato?
Esperá.
No digas nada.
Callate.
Vuelvo mañana.
Están sonando unas campanas, las oís?
Me olvidé, sabés?
Por milagro de esas campanas, se me encarniza la angustia y me oprime la garganta.
Olvidé que el cementerio cierra a las siete, y no me alcanzó el milagro para quedarme sin lágrimas, sin milagro, sin su mirada, sin, sin palabras.
Nada.-