jueves, 15 de mayo de 2008

MONOLITOS


MONOLITOS

A veces siento
que el dolor es mudo.
Abre grande los ojos,
me mira en silencio,
corre por las grutas
de mi pensamiento.
A veces grito,
grito para adentro,
se esconde en mi alma
un racimo de viento;
hilachas de flores,
galpones de herrumbre,
pasos de fantasmas
crisálida y pienso.
A veces me agito
desesperadamente,
corro por la bruma,
remonto paredes.
Sueño con la estirpe
de aquél caballero
que galopa tenue,
por el firmamento.
A veces me escondo
en rumores de tiempo,
desato alegrías
en caminos neutros;
tengo por destino
una casa de roble,
el techo con mirlos,
un jardín y un gozne
sencillo y pulido,
brillante, de bronce,
que abre y que cierra
portones de hierro,
ventanas de cedro,
portillos de cobre.
En fin, me parece
que soy todo un bloque
de hormigón armado,
de vidrio y adobe.
Monolítica y dulce,
serena en los labios
y en el beso un brote:
la yema silente,
la piel, la mirada,
la rosa purpúrea,
y el jardín, mi goce.

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