viernes, 7 de agosto de 2015

SERENATA DE FEBRERO

SERENATA DE FEBRERO




Tuve ganas de verte.
Te esperé.
Volví a buscarte.
Repasé mil veces las calles de tu casa, aún sabiendo que no estabas.
Me prendí al sonámbulo de mi ilusión, inventada sólo por un apasionamiento estúpido que me llevó a soñarte, diciéndome en silencio que aún estaba viva.
Me lo dije yo, engañando a mi conciencia.
Me inventé situaciones que no existieron más que en el chasquido de mis ganas de hacer que me siguieras, de hacer que me llamaras, de hacer que me hablaras contándome tus cosas, tus ganas, tus secretos.

Vos y yo no teníamos nada para darnos.
Vos y yo no podíamos hablarnos.
Vos y yo, sólo mirando un equilibrio para adentro, sintiendo para bien el egoísmo de buscar sólo el placer de alguna estrella.

Siento un ruido a vidrios rotos en el alma.

Con tantas ganas te esperaba.
Con tantas ganas soñé que te vería.
Con ánimo de tenerte a pesar de los infiernos, me encaramé a tus pasos y seguí tu huella, pero perdí tu rastro en el rodeo.
Fue mi sonrisa que voló hasta tus ojos por mirarte, sólo por contarte una vez más, por si aún necesitaras de mi cuento, que me quedé prendida a vos, que no se qué embrujo quinceañero se agazapó en mi ansiedad adolescente, y tuve ganas de tenerte, y tuve miedo de gozarte, y tuve ansias de encontrarte, y tuve miedo de perderte.
Y te perdí.
Aún antes de tenerte.
Aún antes de gozarte.
Antes de todo, no te tuve.
Antes que nada, te inventé.

Un barullo a lluvia tiste me está golpeando el alma sin querer. Tengo ganas de llorar el desencuentro, aún sabiendo que es mejor.
Tal vez, haya llegado el tiempo de dejar de pensarte porque si.
Nunca tuve un motivo real y valedero para soñarte por.
Apenas una luz en mi sueño de esa noche en que te filtraste a mi necesidad de amor tan árida y esteparia. Y febrero fue el remanso para acunar mis ganas de sentir.
Y sentí, y latí, y vibré en las ganas de crear una ilusión que ya no existe. Que se borró en una semana de no verme, y de esperarte sin que vuelvas, y de pensarte sin querer.

Hoy te vi.
Apenas una gota de emoción embargó mi garganta, y tembló mi mano en el saludo que no pudo estrenarse porque estabas lejos, ajeno a mi mundo y de mis ganas.
Lejos en lo efímero de tu pasada, y casi no pude verte.
Una vez más, me quedé sin nada antes que nada.
Una vez más, murió mi ilusión antes del alba.
Una vez más, quedó mi entraña vacía de sentires, antes de sentir.
Una vez más, como tantas, la muerte pudo más que la existencia en mi interior, y duraste en el latido sólo un mordisco de neblina, sólo la triste llamarada del olvido, la opaca claridad del desafío.

Me iré del pueblo como un forastero, dejando tras de mí la marca transparente de mis pasos sin recuerdo. No lloraré por haberte conocido. No lloraré en las ganas de quedarme.

Un día cualquiera, ni siquiera se si habré de sentir frío, liaremos nuestros bártulos en la partida, pero no viajarás con mis petates.
Los flecos de mis ansias quedarán en un ovillo al costado de tu acera.
Quedará prendido el regocijo del regalo de unos ojos que me vieron, el fantasma de tu paso acostumbrado a la mentira, y mi verdad a medias de saber que aún pude despuntar una mirada.
Me iré del pueblo igual que como vine, sin demasiado ruido, sin que tiemble un sentido aparente en la tristeza para el recuerdo, para volver por vos alguna vez.

Febrero será las ganas de tenerte en un abrazo. Será mi fantasía inventando una locura, en el romance sin sentido de tu mirada vibrando en cada encuentro sin ruego ni palabras.

Será la locura de un mes de ilusión en el verano, para cuando el frío del invierno me llene de moretones el alma con la soledad y el desencuentro.

Febrero será mi cuento de hadas en la mitad de julio, cuando los golpes del viento en las ventanas de esta casa me cubra de llagas la mirada, se licúe la plata de todos los espejos, me sienta sola otra vez, muchas veces, todas las veces del mundo acorraladas en mi mente, y no tendré de vos ni siquiera el recuerdo de tus manos en febrero.
Porque no quisiste.
Porque no pude convencerte con los ojos.
Porque no hubo de ser en los encuentros.
Porque en comunión lo pedí como propósito de cuaresma.
A qué quejarme.
Mejor así.
Ya habrá otro tiempo.
La sensatez podrá mejor que todos los regalos.

Y me quedé sin vos, sin mi, sin nada en la mañana por el pueblo.
Con las manos vacías de plegarias.
Con los ojos cuajados de miradas.
Con el alma contrariada.
Con ganas de llorar en la garganta.
Con un hilo de febrero acariciándome de adiós la piel, en una serenata lluviosa y titilante por haberte perdido sin tenerte.

Como este febrero, para nunca más los dos.


MARÍA INÉS MALCHIODI

IMÁGENES

IMÁGENES



         Sin saber aún por qué, o queriendo ocultármelo todavía, vivo recreando los meandros de tu pelo en la infinita soledad del viento alborotado.

Cambié de formas y de esquemas. Enfrenté con risa tu silencio y se escondió la espuma tras un código que trémula, sibilante, no me animaba  a arriesgar.

Sólo eso. Casi nada.
Y mi despersonalización y tu individualismo girando por  un revuelo de palomas y cerebros. De libertad aquietada hasta el denuedo.
Libertinaje de pensamientos buenos.

Y volverme hacia atrás del universo, y recrear las voces, y remirar tus ojos en una pregunta enmudecida. Para después esperar que me buscaras y saber la negativa de un no gente individuo, y sin embargo, persona.
Ser.
Angustia y soledad y serpentina.
Sinfín de diamantes enlodados por un claustro de espíritu.
Por un ser sin igual que te avecina y me aleja al mismo tiempo que me intriga.

Y te espero esperando mi llamarte. Y me arriesgo a rescatar lo irremediable.
Pensándote.
Imaginando la vida a la luz de las madréporas.
Confundiendo tu infinito en mis fronteras…
Regalándote lo que pida su recelo: mi silencio, mi  buscarte, un revertir en salcedumbre lo que ni siquiera fue consuelo.

Y te  sigo, y te busco, y me callo.
Como queriendo seguir mi persona al confin de tu individuo.
Como buscar un conejo en cada flor, para deshilacharlo luego buscando su perfume y beberse a un tiempo miel y despertar postrero.
Como si ahogara callándome, toda la impaciencia del otoño desteñido de miradas luengas.
Como si buscara consolar mi angustia pensando  que estás solo-individuo-persona-candelabro, y su soledad en pena.

Y no se bien por qué me está pasando todo esto si ni siquiera te conozco como para poder sentir algo, como para poder pensar en alcanzar un universo despoblado hasta de ilusiones, de momentos huecos de tanto querer vivirlos con toda intensidad.

Como si pudiera vivirse algún momento con menos intensidad que la soñada en algún volar arrebatado de madrugada y grillos.

Como si fuera fácil mirar siempre adelante, sin detenerse un instante siquiera a recordar.

Acaso has visto alguna vez detenerse el sol en el cenit por cuatro lunas, o la luna en su nadir por cuatro neptunos sin galaxias?
Sos como la nieve cayendo sobre un cedro. Azul y níveo y nínive plateado. Aguja verde, caducidad eterna en un armazón de esfinge. Tal cual.
Como la nieve que cayendo, se acristala resbalando estalactitas impasibles.

Y te vas, quedando.
En la salacidad de una lágrima silente.
En el tañir de un recuerdo sin fronteras más allá de lo querible, de lo incierto, del quizá.

Y estás allí, no importa dónde, imaginándome tu imagen en el río, en las nubes envolviendo tu cabeza, mezcla tus ojos de agua y éter, de velas blanco mancillado por el viento.

Música de guitarra solitaria entonando tu silencio.


TENERTE

POESÍA III


Sobre mi regazo
acomodé tu espalda.
Incliné tu cabeza en el cuenco
de mi brazo
izquierdo.
Pasé mis dedos
desenredando la maraña
de tu pelo.
Besé tu frente,
cada uno de tus ojos,
apenas rocé tu boca
con mi beso.
Un nido de mariposas gualdas
echó a volar
en el centro de mi pecho.
Te amé en silencio.
Acompañando
los latidos de todo el cuerpo
sentí latir mi vientre
entre tu aliento.
Besé
la palma de tus manos,
cada uno de tus dedos.
Sentí el calor
arrebolado
de tu cuerpo,
la energía del cosmos
atrapada en mi regazo,
el temblor  de soles y volcanes
derramando lava en las  simientes.
Cerré los ojos.
Eché hacia atrás mi cerviz
 y gocé sin verte.
Sin tenerte,
estabas ahí,
entre los pliegues de mi anhelo,
agazapado,
trémulo de amor desconocido,
tímido
hasta el ocaso del día siguiente.
Por todo eso
y mucho más
te amé esa tarde
y otra,
y otra más, silente,
hasta - por fin –

tenerte.

LA NADA

NADA

Ya nada es importante
Sólo buscar entre la nada
Inerte,
Creyendo encontrar
La plena virtud
Inconsistente.
Mirar en el cielo
De esta plaza.
Alcanzar
Tan sólo la mirada
De algún duende
Prendido en la tiniebla
Del crepúsculo
En la hora ésta,
Eterna
Y acabada,
De repetir silencios
Y guardas reverentes.
Sentir el soplo del viento
En una vida que
Comienza,
La triste melodía de una cítara,
El acabado y recóndito vuelo
De mariposas aladas
En el último resplandor
Del universo.
Mientras tanto,
La nada.


ABRI MIS MANOS

POESIA II

Abrí mis manos.
Paloma tibia,
Voló apenas sobre la fuente.
Posó sus alas, queda;
Bebió en silencio
Mirando apenas
El trémulo sentir
De mil alas
Agitándose en la bruma.
Abrí mis manos.
No había otra alternativa.
Voló sin ganas;
Apenas agitó sus alas.
Sacudió el tedio de la tarde
Plena.
No había más
Para seguir quedándose.
Ya todo estaba dicho.
Sólo una triste soledad
Aquietó mi alma
Que ya casi
Estaba descarnada.
Ya casi
No había alma.
Sólo un leve aleteo
De palomas –quedas-
Quedándome en el alma
Para enjugar
Mi llanto
Con sus alas.


POEMA IV

POEMA IV

De querer irme
De necesitar quedarme
De gritar por dentro
Calladas preguntas
Ansiedades yertas.
De poder mirarte
De querer tenerte
En la espuma yerma
De alguna ilusión.
Tibias amenazas
 de la mente en fuga
Razones y olvidos
Miradas perplejas
Reflejos sonoros
De ilusiones muertas
En la algarabía
De algún cascabel
Prendido de un gnomo
De gasa y de plumas
De flores y olvidos
De azul y emoción.
Voces sigzagueantes
De olvidos recientes
Golpes de machetes
Sedientos de savia
Savia de una lágrima
Perdida de amor.


Hoy supe que estabas enfermo.
Un golpe de tristeza
Me invadió el corazón.
Te pegó el olvido?
Te invadió la pena?
Tuviste algún ruido de voces serenas
Llamándote al alma con voz
De ilusión?
Me quedé en silencio
Tuve ganas de verte
Me envolvió el llanto de tu decepción.
Cómo consolarte,
Me pregunto,
Queda.
Cómo hacer los pasos, reinventar encuentros,
Explicar silencios,
Si aún aquí estoy?
Te sigo esperando.
Tengo tanta prisa
Aquietada por tu desconsuelo,
Tanto gusto amargo por las incoherencias
De todo lo dicho.
Tengo tanta vida para regalarte
En cada latido,
Por todo lo que sola
Pude soñar
Que te daría,
Por todo lo que planeé que podríamos
Juntos caminar
Por las laderas escarpadas
De la vida
En una incomparable relación
De dos multiplicando al infinito
La alegría de sabernos juntos,
De sabernos vivos,
De poder concretar
Realizaciones
Que a los dos nos servirían
Para estar juntos,
Para crecer,
Para amar,

Para sentir.

NADA

NADA

Ya nada es importante
Sólo buscar entre la nada
Inerte,
Creyendo encontrar
La plena virtud
Inconsistente.
Mirar en el cielo
De esta plaza.
Alcanzar
Tan sólo la mirada
De algún duende
Prendido en la tiniebla
Del crepúsculo
En la hora ésta,
Eterna
Y acabada,
De repetir silencios
Y guardas reverentes.
Sentir el soplo del viento
En una vida que
Comienza,
La triste melodía de una cítara,
El acabado y recóndito vuelo
De mariposas aladas
En el último resplandor
Del universo.
Mientras tanto,
La nada.


POR VOS, TRISTEZA

POR VOS, TRISTEZA

Es tarde.
Tarde en la soledad de este último sol de febrero, apenas tibio de otoño adelantado.
Tarde en la fugaz esencia de resplandores que acarician mi recuerdo que aún te espera.
A qué engañarme. Una hormiga desorientada camina sobre el borde de mi blusa, y yo –pobre y triste yo que aún te piensa- imagino la punta de tus dedos recorriendo esa pendiente hacia el abismo de mi seno. Toda una geografía de bordes y silencios acompañados por tu noble insistencia de acallada premura. Por qué te fuiste, será la duda eterna que me repita en eternidad de amaneceres nombrándote en la espera.
Por qué temiste, si acaso disfrutabas de tu ego enaltecido por sensaciones nuevas.
Por qué dejaste que creyera en unos ojos profundos que taladraron mi angustia de la peor manera: la de tu incierta presencia en las esquinas de mi mente cada vez que te pensé con fuerza, con ganas de tenerte y que me tengas como quizá ninguno de los dos había podido nunca imaginar un clamor desesperado de dos cuerpos brindándose al afecto de tu piel  y mi piel  entrecortadas de susurros.
Ahora, cuando desde la luz de mi ventana veo que ya no llegas, miro para adentro lentamente, para solo ver el laberinto de tu mente acomplejada de emociones simples, mientras por fuera de tus límites de espacio y tiempo, la distancia se acrecienta a cada rato un poco más.
Ahora, mientras juego con la hormiga de tus dedos que no supieron siquiera encaminar una caricia, un nudo atolondrado de angustia y ansiedades se retuerce en mi garganta con dolor.
Siento la amargura de una lágrima llorada para adentro, por lo que pudo ser.
Siento la desazón mordiéndome el alma sin permitirme olvidar lo que sentí de pronto, tan de golpe como tu mirada sedienta de ternura arrullándome en silencio, mientras el vuelo de todas las gaviotas enmarañadas en el borde de tus ojos me acompañó tantas veces contándome de tu inseguridad, de tus anhelos inconfesados, de la sorpresa increíble de esta vida que de pronto te dijo que valías algo más que tu estampa presumida.
Siento el rumor suave de tus manos apenas abrazando mi cintura, sin demasiada fuerza, acaso temiendo quebrar el cristal de mi risa que se hizo joven y anhelante y libertina tan sólo por reír con vos.
Siento absolutamente toda mi desilusión a cuestas en este último día de febrero que me ha dejado con las manos vacías de vos y de tu piel, con los ojos vacíos de tus ojos sin tu mirada, con la piel sedienta y resquebrajada por todo lo que pudimos acariciar no sólo con la mirada, no sólo con tus palabras, no sólo con nada.

Siento una profunda tristeza, por mi descreída y anhelante necesidad de vos, ya no se por qué.

RAPSODIA DE MIRADAS

CUENTOS PARA LA  SIESTA

RAPSODIA DE MIRADAS

Lic. María Inés MALCHIODI
Becaria BAS XXI
Literatura


            Tuve ganas de verte.
De inventarme una aventura.
Decidirme a mirarte porque si, de frente, con descaro desmedido.
Insistiendo en cada vuelta una sonrisa; exigiendo la atención de cada vez.

Intenté volver atrás en el ocaso, desde la primera vez que me miraras. (O te miré yo, no se). Fue mutuo y al unísono. Lo recuerdo sin neblina a pesar de la distancia en este tiempo despreocupado de vos.

Te conocí en otoño, cuando recién se arremolinaban las primeras hojas ocres en las veredas. Había un olor especial de otoño reincidente y atrevido en las calles de tu pueblo, y me prendí a la tarde para acompañar mi soledad a medias. Creo que si me propongo, hasta puedo recordar lo que llevabas puesto. Te miré sin demasiado interés, con algo de monotonía en un primer momento. La tarde pintaba de amarillo soleado las calles sin demasiada gente, los negocios semivacíos, la tediosa rutina de las calles, y las casas y los perros. Aún era temprano y no hacía frío. Aún no, lo recuerdo con los sentidos.

No fue arrebol de tu encuentro lo que me proporcionó ese templado bienestar del cuerpo ya vestido. No fue que me sacudieras con tu presencia, no recuerdo haberlo presentido. Pero algo hubo de suceder en la programada computación de los haberes, porque me quedó impresa tu figura en las retinas con fugacidad aparente, con indeleble premura, casi hasta con melancolía. Recuerdo nítida tu mirada inquisitiva con que alargaste los ojos a mi encuentro queriendo saber sin preguntar nada, queriendo quedar inmerso en las pupilas. El viejo Correo guardó los pasos que con turbación precedí cuando saliste, y te miré distante, desde dentro, devolviendo de a poco y con cautela, tu interés por mi presencia.

Después, volví a encontrarte aquella tarde. Saludarnos fue casi obligación. O por lo menos, me pareció que así sería. Volví a encontrarte mil veces cada viaje, cada tarde, cada día sin lluvias ni tormentas. Cada soleada insistencia de invierno frío, desteñido de placeres e ilusiones.

Tuve ganas de saber de vos alguna vez. Una insistente persistencia en la furtividad de tu presencia  o de la mía irrumpiendo en tus tardes sin querer, se hizo obligación en la pregunta. Sin demasiado entusiasmo. Sólo una íntima necesidad de pensar que alguien me pensara. Quizá fue sólo eso. Un narcisismo escondido en mi estructura despintada del invierno, mientras la nueva vida en un pueblo prestado sin saber por cuánto tiempo iba tejiendo la trama de la misma vida nómade hacia la prosecución de mi futuro. Quizá no fuera más que las ganas de gustarle a alguien que me mirara porque sí, porque la curiosidad pudo más que los discretos que también miraban, pero no lo dejaron traslucir de esa manera. De algunos, que quizá fueran más cautos, y la urgencia quedó allí, sin encender ni apagar ningún pabilo.

Fuimos mirándonos muchos días, durante casi todo un año.
En tantos días, alguna vez habrás cumplido tus cuarenta años.
Alguna vez habrás estado triste.
Alguna vez, apasionado y eufórico.
Alguna vez me habrás mirado contento.
Alguna vez  me habrás imaginado lejos en la presencia  y en el recuerdo. Y en las ganas de mirarme y en las ganas de encontrarme y de tenerme y de dejarme.
Tal vez.
Quién sabe.

En tantos días de mirarte sin interés, sin demasiada curiosidad, sin querer saber de vos más que me mirabas, tu saludo me quedaba prendido en las imágenes.
Y los sueños de la edad fueron haciéndose más austeros.
Y las ilusiones, vanas.
Y las desdichas, duraderas.
En tanto tiempo, yo también fui perdiendo días, o fui ganando vida en la pausa, o fui gastando años en la prisa, y cumplí mis años sin ningún tirón de orejas, sin ningún recuerdo grato, sin ninguna presencia.
Vos y yo tan alejados en los festejos.
Vos y yo tan ajenos en las realidades.
Vos y yo tan inventados por mi imaginación menesterosa de intereses.
Vos y yo tan apartadas en las consecuencias veraces de tanto saludo dedicado al encuentro y ya pasó, me fui, hasta la próxima vez que te encuentre, y me mires, y te vea, y me saludes y te conteste, en este acompasado ritmo adolescente de no saber por qué me miras.
Por qué me sigues.
Por qué te busco, incandescente.
Por qué me llamas a seguir pensándote, si yo muy bien no lo sabía hasta hace poco, un día cualquiera, en que me desperté soñándote sin querer. Sin saber por qué te filtraste en mi memoria inconsciente en la vigilia, y fue una urgente necesidad de buscarte y mirarte y sonreírte como nunca.
Y contarte sin palabras que estuviste allí tan vívido, tan perfecto tu rostro entre mi almohada y mi mente y mi sentido impúdico y cauteloso a la vez, que te soñó en silencio, como siempre, sin palabras.
Sólo tu mirada insistente que llamaba mi atención otra vez, mil veces más en tu saludo, y mi emoción galopando hacia tu encuentro de miradas.

Fui al pueblo ese día por deber. Como nunca, tan alegre y decidida en mis ganas de encontrarte. Si hasta me pareció que no había sido un sueño. O por tu almohada navegaron también los gnomos de mi complicidad y de mi espíritu. La intriga se mezcló con la mirada, se hizo lava la liquidez de tus ojos contestando a mi emoción.
No se si me esperabas.
No se si querías verme.
No se qué imaginabas en cada vuelo de saludo y fantasía.
Comencé a vagar por tu presencia, como el viento que se agolpa en los zaguanes en puñados de hojarasca cada vez con mayor alboroto, con mayor imprudencia cada vez.
Comencé a buscarte en las ganas de tu encuentro  provocando una mirada, convocando en tus ojos la sonrisa oculta por el miedo y la ansiedad.

Y te miro, y te llamo y te insisto con los ojos arrebolados de inquietud.
Tengo ganas de encontrarte en cada vuelta. Que me hables, me preguntes, me respondas, me regales la mirada de mi sueño.
Tengo ganas de buscarte y que me busques, y que me sigas, y que me encuentres, y que me digas el por qué de tanto vuelo, el también de tu seguirme cada día un poco más lejos, pero cuándo llegarás hasta mi encuentro.

He inventado cien maneras de encontrarte o que me encuentres.
He encontrado mil formas de hablarte y de escucharte.
Una sola vez.
Así de simple.
Desterrar la duda que me enferma en cada pregunta echada a volar al vacío y a la duda misma, de saber si existes o te inventé en el sueño de esa noche en que te tuve cerca por un rato.
Y creí que mi desdoblado yo volando con mi espíritu también se agazapaba en tu sueño por un rato.
Y te llamé en silencio, y convoqué tu voz, y me quedé prendida a la ilusión de inventar esta locura por un rato, que ya está haciéndose una eternidad de  indecisiones.
Mientras tanto, te pienso. Y repienso las veces que te viera, y repaso las miradas que me diste, el saludo empecinado en demostrarte que ya basta de ojos y de bullas y silencios.
Tal vez el regalo de tu piel tan solo por un rato.
Tal vez, el murmullo de tu voz inventando un desafío. Intentando un desacierto arrepentido de futuro.
Tal vez, el regalo de tu beso robado entre las sombras del camino, en los rincones del alma, entre las llamas del infierno recreado en la inconciencia sin prejuicios. Por placer.
Tal vez, todo junto festejando este primer aniversario de mirarnos.
Vos y yo sin saber nada más que lo inventado.
Vos y yo, saludándonos sin prisa en las calles de tu pueblo.
Vos y yo perdiéndonos la alegría del encuentro.
Vos y yo sin animarnos a intentar el desafío.
Vos, en la complicidad de tu mirada, tu saludo, tu recuerdo cada día solitario.
Y yo.
Yo sin vos en las ganas de mirarte.
Yo queriendo.
Yo volviendo por las calles de tu pueblo.
No se por cuánto tiempo en la espera de tu tiempo.
   



POEMAS V

POEMAS V

La realidad es ahora
Un puñado de jazmines
Envolviendo
De fragancias el recuerdo
De tu arrullo,
La empecinada urgencia
De mi piel
Clamando por tus
Manos.
El regocijo de mi boca
Nombrándote
En el beso.
Saber que sos,
Acaso, que serás.
No se hasta cuándo.
Si de seguro
Estabas,
Agazapado en la alquimias,
Virtuoso por saber
Quedarte
Prendido
En mi inocencia
De no saber que estabas.
Y esta locura
Mía
De querer quererte
Y esta
Ingenua
Manera de mirarte,
Con los ojos del alma
Que son los que
Te quieren.
Con las manos del ángel
Que me ayudan
A evocarte.




OTRA VEZ FEBRERO

Aún es febrero y sin embargo, las hojas de los plátanos languidecen, glaucas.
Un rumor de hojas secas acompaña la brisa de este mediodía que pronto será tarde ventosa, con pesados nubarrones entrelazándose en la siesta en que te espero, apática.
Siento un ruido a hojas secas pisoteadas en la calidez del alma.
Con cuánto afán pensé que te vería…
Con cuánta sencillez te abrí mi alma y te dejé pasar…
Sabés?
Tengo una dureza incolora en el medio del corazón, aquí, clavada como para no dejarme respirar. Es parte de mi desilusión a cuestas, después de haber creído tanto en vos.
Un puñado de viento enardecido se hace molestia arremolinada en tu pelo.
Necesito de tu presencia inventada porque si.
Nadie más que yo te he inventado en este intento desesperado por no sufrir, y aquí estoy, sufriendo igual por tu silencio.
Una empecinada fuerza me  hizo creer que aún había vida interior en esta calcinada forma de mi esencia.
Una empecinada insistencia de traerte a mi mente  en materia y forma sin oscuras consecuencias.
Tenía para vos toda la ilusión del mundo acrisolado entre mis párpados que te miraron con la ensoñación del muérdago.
Tenía las ganas de quererte, la necesidad de darte toda esta inmensa posibilidad de reír con tu risa, de soñar con tu sueño, de amar con tu amor.
Tenía para darte y para darme la necesidad sublime del afecto sin dobleces, sin temores, como la primera vez y sin embargo, una mágica fuerza enardecida se encargó de mutilar tu fibra en tantas partes.

Ya no se cuál es la fuerza que desata mi ánimo para seguir latiendo en la fuerza de este viento que continúa su viaje hacia insospechados caminos, en la búsqueda irrefrenable de otros hombres que despeinarán sus cabezas con la inarmónica fuerza del dolor acunado por el viento que te trajo y te llevó tan solo para saber que aún vivía, transida de ilusión y desesperanza, hincada ante mi misma rezando para no llorar la pena de saber que no vendrás.

bello amor

bello amor
si de tu mano llega,
me has hecho enamorar en fantasía...
abrí las manos
en este mediodía
y vi brotar la luz, en una rosa herida...
fantasma de la tarde en que miraste, quedo,
la tierna juventud
de aquellos días...
tu mano fuerte
acarició la luna
de todos los espejos que miramos
mientras el cielo era una esponja
que todas las estrellas
absorbía...
bello amor
que de tus ojos  vuela
en el eterno embrujo en que te miro
el regocijo de recordar tu aliento
mientras tu perfil se esconde,  
de mi mano el hueco
que acaricio...