viernes, 7 de agosto de 2015

OTRA VEZ FEBRERO

Aún es febrero y sin embargo, las hojas de los plátanos languidecen, glaucas.
Un rumor de hojas secas acompaña la brisa de este mediodía que pronto será tarde ventosa, con pesados nubarrones entrelazándose en la siesta en que te espero, apática.
Siento un ruido a hojas secas pisoteadas en la calidez del alma.
Con cuánto afán pensé que te vería…
Con cuánta sencillez te abrí mi alma y te dejé pasar…
Sabés?
Tengo una dureza incolora en el medio del corazón, aquí, clavada como para no dejarme respirar. Es parte de mi desilusión a cuestas, después de haber creído tanto en vos.
Un puñado de viento enardecido se hace molestia arremolinada en tu pelo.
Necesito de tu presencia inventada porque si.
Nadie más que yo te he inventado en este intento desesperado por no sufrir, y aquí estoy, sufriendo igual por tu silencio.
Una empecinada fuerza me  hizo creer que aún había vida interior en esta calcinada forma de mi esencia.
Una empecinada insistencia de traerte a mi mente  en materia y forma sin oscuras consecuencias.
Tenía para vos toda la ilusión del mundo acrisolado entre mis párpados que te miraron con la ensoñación del muérdago.
Tenía las ganas de quererte, la necesidad de darte toda esta inmensa posibilidad de reír con tu risa, de soñar con tu sueño, de amar con tu amor.
Tenía para darte y para darme la necesidad sublime del afecto sin dobleces, sin temores, como la primera vez y sin embargo, una mágica fuerza enardecida se encargó de mutilar tu fibra en tantas partes.

Ya no se cuál es la fuerza que desata mi ánimo para seguir latiendo en la fuerza de este viento que continúa su viaje hacia insospechados caminos, en la búsqueda irrefrenable de otros hombres que despeinarán sus cabezas con la inarmónica fuerza del dolor acunado por el viento que te trajo y te llevó tan solo para saber que aún vivía, transida de ilusión y desesperanza, hincada ante mi misma rezando para no llorar la pena de saber que no vendrás.

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