SERENATA DE FEBRERO
Tuve ganas de verte.
Te esperé.
Volví a buscarte.
Repasé mil veces las calles de tu casa, aún sabiendo que no
estabas.
Me prendí al sonámbulo de mi ilusión, inventada sólo por un
apasionamiento estúpido que me llevó a soñarte, diciéndome en silencio que aún
estaba viva.
Me lo dije yo, engañando a mi conciencia.
Me inventé situaciones que no existieron más que en el
chasquido de mis ganas de hacer que me siguieras, de hacer que me llamaras, de
hacer que me hablaras contándome tus cosas, tus ganas, tus secretos.
Vos y yo no teníamos nada para darnos.
Vos y yo no podíamos hablarnos.
Vos y yo, sólo mirando un equilibrio para adentro,
sintiendo para bien el egoísmo de buscar sólo el placer de alguna estrella.
Siento un ruido a vidrios rotos en el alma.
Con tantas ganas te esperaba.
Con tantas ganas soñé que te vería.
Con ánimo de tenerte a pesar de los infiernos, me encaramé
a tus pasos y seguí tu huella, pero perdí tu rastro en el rodeo.
Fue mi sonrisa que voló hasta tus ojos por mirarte, sólo
por contarte una vez más, por si aún necesitaras de mi cuento, que me quedé
prendida a vos, que no se qué embrujo quinceañero se agazapó en mi ansiedad
adolescente, y tuve ganas de tenerte, y tuve miedo de gozarte, y tuve ansias de
encontrarte, y tuve miedo de perderte.
Y te perdí.
Aún antes de tenerte.
Aún antes de gozarte.
Antes de todo, no te tuve.
Antes que nada, te inventé.
Un barullo a lluvia tiste me está golpeando el alma sin
querer. Tengo ganas de llorar el desencuentro, aún sabiendo que es mejor.
Tal vez, haya llegado el tiempo de dejar de pensarte porque
si.
Nunca tuve un motivo real y valedero para soñarte por.
Apenas una luz en mi sueño de esa noche en que te filtraste
a mi necesidad de amor tan árida y esteparia. Y febrero fue el remanso para
acunar mis ganas de sentir.
Y sentí, y latí, y vibré en las ganas de crear una ilusión
que ya no existe. Que se borró en una semana de no verme, y de esperarte sin
que vuelvas, y de pensarte sin querer.
Hoy te vi.
Apenas una gota de emoción embargó mi garganta, y tembló mi
mano en el saludo que no pudo estrenarse porque estabas lejos, ajeno a mi mundo
y de mis ganas.
Lejos en lo efímero de tu pasada, y casi no pude verte.
Una vez más, me quedé sin nada antes que nada.
Una vez más, murió mi ilusión antes del alba.
Una vez más, quedó mi entraña vacía de sentires, antes de
sentir.
Una vez más, como tantas, la muerte pudo más que la
existencia en mi interior, y duraste en el latido sólo un mordisco de neblina,
sólo la triste llamarada del olvido, la opaca claridad del desafío.
Me iré del pueblo como un forastero, dejando tras de mí la
marca transparente de mis pasos sin recuerdo. No lloraré por haberte conocido.
No lloraré en las ganas de quedarme.
Un día cualquiera, ni siquiera se si habré de sentir frío,
liaremos nuestros bártulos en la partida, pero no viajarás con mis petates.
Los flecos de mis ansias quedarán en un ovillo al costado
de tu acera.
Quedará prendido el regocijo del regalo de unos ojos que me
vieron, el fantasma de tu paso acostumbrado a la mentira, y mi verdad a medias
de saber que aún pude despuntar una mirada.
Me iré del pueblo igual que como vine, sin demasiado ruido,
sin que tiemble un sentido aparente en la tristeza para el recuerdo, para
volver por vos alguna vez.
Febrero será las ganas de tenerte en un abrazo. Será mi
fantasía inventando una locura, en el romance sin sentido de tu mirada vibrando
en cada encuentro sin ruego ni palabras.
Será la locura de un mes de ilusión en el verano, para
cuando el frío del invierno me llene de moretones el alma con la soledad y el
desencuentro.
Febrero será mi cuento de hadas en la mitad de julio,
cuando los golpes del viento en las ventanas de esta casa me cubra de llagas la
mirada, se licúe la plata de todos los espejos, me sienta sola otra vez, muchas
veces, todas las veces del mundo acorraladas en mi mente, y no tendré de vos ni
siquiera el recuerdo de tus manos en febrero.
Porque no quisiste.
Porque no pude convencerte con los ojos.
Porque no hubo de ser en los encuentros.
Porque en comunión lo pedí como propósito de cuaresma.
A qué quejarme.
Mejor así.
Ya habrá otro tiempo.
La sensatez podrá mejor que todos los regalos.
Y me quedé sin vos, sin mi, sin nada en la mañana por el
pueblo.
Con las manos vacías de plegarias.
Con los ojos cuajados de miradas.
Con el alma contrariada.
Con ganas de llorar en la garganta.
Con un hilo de febrero acariciándome de adiós la piel, en
una serenata lluviosa y titilante por haberte perdido sin tenerte.
Como este febrero, para nunca más los dos.
MARÍA INÉS MALCHIODI
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