viernes, 7 de agosto de 2015

IMÁGENES

IMÁGENES



         Sin saber aún por qué, o queriendo ocultármelo todavía, vivo recreando los meandros de tu pelo en la infinita soledad del viento alborotado.

Cambié de formas y de esquemas. Enfrenté con risa tu silencio y se escondió la espuma tras un código que trémula, sibilante, no me animaba  a arriesgar.

Sólo eso. Casi nada.
Y mi despersonalización y tu individualismo girando por  un revuelo de palomas y cerebros. De libertad aquietada hasta el denuedo.
Libertinaje de pensamientos buenos.

Y volverme hacia atrás del universo, y recrear las voces, y remirar tus ojos en una pregunta enmudecida. Para después esperar que me buscaras y saber la negativa de un no gente individuo, y sin embargo, persona.
Ser.
Angustia y soledad y serpentina.
Sinfín de diamantes enlodados por un claustro de espíritu.
Por un ser sin igual que te avecina y me aleja al mismo tiempo que me intriga.

Y te espero esperando mi llamarte. Y me arriesgo a rescatar lo irremediable.
Pensándote.
Imaginando la vida a la luz de las madréporas.
Confundiendo tu infinito en mis fronteras…
Regalándote lo que pida su recelo: mi silencio, mi  buscarte, un revertir en salcedumbre lo que ni siquiera fue consuelo.

Y te  sigo, y te busco, y me callo.
Como queriendo seguir mi persona al confin de tu individuo.
Como buscar un conejo en cada flor, para deshilacharlo luego buscando su perfume y beberse a un tiempo miel y despertar postrero.
Como si ahogara callándome, toda la impaciencia del otoño desteñido de miradas luengas.
Como si buscara consolar mi angustia pensando  que estás solo-individuo-persona-candelabro, y su soledad en pena.

Y no se bien por qué me está pasando todo esto si ni siquiera te conozco como para poder sentir algo, como para poder pensar en alcanzar un universo despoblado hasta de ilusiones, de momentos huecos de tanto querer vivirlos con toda intensidad.

Como si pudiera vivirse algún momento con menos intensidad que la soñada en algún volar arrebatado de madrugada y grillos.

Como si fuera fácil mirar siempre adelante, sin detenerse un instante siquiera a recordar.

Acaso has visto alguna vez detenerse el sol en el cenit por cuatro lunas, o la luna en su nadir por cuatro neptunos sin galaxias?
Sos como la nieve cayendo sobre un cedro. Azul y níveo y nínive plateado. Aguja verde, caducidad eterna en un armazón de esfinge. Tal cual.
Como la nieve que cayendo, se acristala resbalando estalactitas impasibles.

Y te vas, quedando.
En la salacidad de una lágrima silente.
En el tañir de un recuerdo sin fronteras más allá de lo querible, de lo incierto, del quizá.

Y estás allí, no importa dónde, imaginándome tu imagen en el río, en las nubes envolviendo tu cabeza, mezcla tus ojos de agua y éter, de velas blanco mancillado por el viento.

Música de guitarra solitaria entonando tu silencio.


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