IMÁGENES
Sin saber aún por qué, o queriendo ocultármelo
todavía, vivo recreando los meandros de tu pelo en la infinita soledad del
viento alborotado.
Cambié de formas y de esquemas. Enfrenté con risa tu silencio y se
escondió la espuma tras un código que trémula, sibilante, no me animaba a arriesgar.
Sólo eso. Casi nada.
Y mi despersonalización y tu individualismo girando por un revuelo de palomas y cerebros. De libertad
aquietada hasta el denuedo.
Libertinaje de pensamientos buenos.
Y volverme hacia atrás del universo, y recrear las voces, y remirar tus
ojos en una pregunta enmudecida. Para después esperar que me buscaras y saber
la negativa de un no gente individuo, y sin embargo, persona.
Ser.
Angustia y soledad y serpentina.
Sinfín de diamantes enlodados por un claustro de espíritu.
Por un ser sin igual que te avecina y me aleja al mismo tiempo que me
intriga.
Y te espero esperando mi llamarte. Y me arriesgo a rescatar lo
irremediable.
Pensándote.
Imaginando la vida a la luz de las madréporas.
Confundiendo tu infinito en mis fronteras…
Regalándote lo que pida su recelo: mi silencio, mi buscarte, un revertir en salcedumbre lo que
ni siquiera fue consuelo.
Y te sigo, y te busco, y me
callo.
Como queriendo seguir mi persona al confin de tu individuo.
Como buscar un conejo en cada flor, para deshilacharlo luego buscando
su perfume y beberse a un tiempo miel y despertar postrero.
Como si ahogara callándome, toda la impaciencia del otoño desteñido de
miradas luengas.
Como si buscara consolar mi angustia pensando que estás solo-individuo-persona-candelabro,
y su soledad en pena.
Y no se bien por qué me está pasando todo esto si ni siquiera te
conozco como para poder sentir algo, como para poder pensar en alcanzar un
universo despoblado hasta de ilusiones, de momentos huecos de tanto querer
vivirlos con toda intensidad.
Como si pudiera vivirse algún momento con menos intensidad que la
soñada en algún volar arrebatado de madrugada y grillos.
Como si fuera fácil mirar siempre adelante, sin detenerse un instante
siquiera a recordar.
Acaso has visto alguna vez detenerse el sol en el cenit por cuatro
lunas, o la luna en su nadir por cuatro neptunos sin galaxias?
Sos como la nieve cayendo sobre un cedro. Azul y níveo y nínive
plateado. Aguja verde, caducidad eterna en un armazón de esfinge. Tal cual.
Como la nieve que cayendo, se acristala resbalando estalactitas
impasibles.
Y te vas, quedando.
En la salacidad de una lágrima silente.
En el tañir de un recuerdo sin fronteras más allá de lo querible, de lo
incierto, del quizá.
Y estás allí, no importa dónde, imaginándome tu imagen en el río, en
las nubes envolviendo tu cabeza, mezcla tus ojos de agua y éter, de velas
blanco mancillado por el viento.
Música de guitarra solitaria entonando tu silencio.
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