martes, 21 de octubre de 2008

LAS INDUSTRIAS CULTURALES

LAS INDUSTRIAS CULTURALES




Los estudios sobre industrias culturales llevan por lo menos cuatro décadas en Latinoamérica, pero su examen –a cargo de especialistas en comunicación y sociólogos, estaban orientados las más de las veces a entender la estructura empresarial de los medios, su poder ideológico, su impacto sobre el consumo y los cambios que producen en la conciencia social. El tamaño de las inversiones editoriales, telefonía, televisión y música produjo que las noticias culturales aparezcan a menudo en las páginas financieras de los periódicos.

Si bien cada una de estas industrias tienen una dinámica especial identificada por sector, ya no pueden evaluarse de modo individual separando lo concerniente a cine, libros o televisión como compartimentos estancos, sino como un complejo entretejido de servicios multimediales. Su interactuación se debe tanto a la interrelación tecnológica como a la trama del tejido social actual. Se extienden al conjunto de la vida cotidiana, e influyen en la organización sociopolítica, penetrando en la educación formal e informal. De este modo, en la actualidad los organismos predominantemente económicos de nivel mundial están tomando en cuenta a la cultura como parte de los requerimientos sociales necesarios para el desarrollo.

Para trazar políticas que promuevan y regulen la producción y la comercialización de la cultura, se hace necesario contar con información sobre la recomposición de los mercados culturales y de los hábitos de consumo, más allá que se conozcan los acuerdos sobre aranceles y propiedad intelectual, inversiones extranjeras y multinacionales, derechos de los consumidores y toda otra información que contribuya al desarrollo de los modos de interrelación entre las sociedades.

El desconocimiento de los movimientos de las audiencias y los montos reales de importación-exportación de bienes culturales, es tan importante como la disociación que existe entre quienes se ocupan de la economía y quienes se dedican a la cultura: los economistas pueden descuidar aspectos cualitativos, estéticos y aún políticos de las obras culturales. Los gestores culturales o los productores de bienes de la cultura, los especialistas en arte en su sentido más amplio, suelen desconocer las reglas básicas de la administración y el planeamiento socio-económico.

Tener en cuenta el tema de la identidad cultural puede asociarse solamente con una parte de la concepción global de cultura. La políticas culturales no deberían ceñirse a la administración del patrimonio histórico, artístico, tangible e intangible, lo cual puede corresponderse con una visión patrimonialista de la identidad. Es necesario ampliar el horizonte y abarcar las formas actuales en que se expresa la cultura y los actores sociales, el ciudadano, con relación a las industrias culturales.

Esta sociedad actual, sujeta a procesos de globalización de distinto tipo, contiene numerosos elementos novedosos tanto desde las mutaciones en los estilos de vida, el policentrismo en la política internacional, la translocalización del trabajo, el capital y la comunidad, la confusa y profunda percepción de transnacionalidad en el turismo, en los medios de comunicación y en el consumo, como en la multiculturalidad y en las industrias culturales globales.

Habría que preguntarse cómo y en qué grado el hombre y las diferentes culturas se perciben e identifican en sus diferencias y hasta qué punto esa percepción de si mismo influye y modifica sus conductas. El abordaje del encuentro, la interacción y la reconstrucción de las distintas culturas locales representa un proceso dialéctico, en el que el pasaje de identidades culturales tradicionales y modernas de base territorial a otras modernas y postmodernas de base transterritorial deben ser estudiadas desde una perspectiva de producción industrial, comunicación tecnológica y consumo de los bienes culturales.

Cuando no tenemos tradición de visita a los museos, cuando el paseo por la cultura pareciera ser una cuestión exclusiva, cuando no sabemos disfrutar de la oferta cultural porque las razones se agotan en lo sectorial restringido para unos pocos (la cultura de elite) o lo popular mal entendido (para el pueblo), hablar de cultura parecería tener en cuenta los sitios arqueológicos y los museos, los barrios históricos y las obras de arte, la actuación de orquestas de cámara en recoletos espacios para un público selecto y el estereotipo de lo que hasta ahora tuvimos enquistado como referencia a la producción cultural.

En la actualidad, lo que ocurre con las culturas tiene que ver con libros y videos, bibliotecas virtuales, industrias musicales, telenovelas, industrias cinematográficas. Pero también con la información de los consumidores, que son el público a quienes va dirigida toda esta producción, a los lectores, los cinéfilos, los usuarios de Internet, todos estos escenarios mediáticos en los que se forman hoy, junto a la escuela, los nuevos ciudadanos.

Es en las industrias culturales y en los procesos de comunicación masiva donde se desenvuelven en las últimas décadas las principales actividades culturales, las que dan información y entretenimiento a las mayorías, las que influyen de modo más significativo en la economía de cada sociedad y ofrecen mejores oportunidades de conocimiento reciproco e intercambio entre los países. Según datos aportados por García Canclini de apenas un lustro atrás, en varios países europeos el arte y la cultura alcanzan el 3% del PBI, y en Estados Unidos el sector cultural, sobre todo por la producción y exportación audiovisual, representa el 6% del producto interno, generando posibilidad de empleo a más personas que la minería, la policía y la forestación. Desde hace más de veinte años, la producción de arte y artesanía de la República de Indonesia era el principal componente del PBI y el desarrollo de la Escuela de Arte y Artesanía de Dyakarta era un polo de desarrollo efectivo para la producción a escala tanto de telas rituales, ceremoniales y de uso cotidiano en Batik, como de la más exquisita elaboración de joyería, muebles y elementos en rattán y piezas talladas en madera para decoración o utilitarios.

Por otra parte, las industrias culturales crecen a mayor velocidad que otras áreas de la economía y generan más puestos de trabajo año tras año.

Los procesos de globalización e integración regionales llevan a reconocer también la existencia de un macropúblico a quien van dirigidas tanto la información cuanto la producción de industrias culturales y el entretenimiento mundial. Lo público se desarrolla tanto en los diarios y las radios como en los entretenimientos, en los talk-shows televisivos, los videojuegos, toda clase de concursos, las producciones televisivas de toda índole, ampliando el concepto de lo que los antropólogos denominábamos como producción cultural, y en sentido aún más estricto, la cultura.
El aprecio de la mayoría de los espectadores y los consumidores de bienes culturales en la actualidad, está más centrado en la calidad técnica de los medios, su calidad espectacular en lo audiovisual, el confort en el acto de consumo y el placer que una historia bien narrada, con ritmo y acción, proporcione a sus disposiciones estéticas de rutina, con rutinas importadas desde los centros hegemónicos de poder, que han incorporado al gusto mediático la iconografía y los modelos afectivos e intelectuales de ese país, tanto en las audiencias masivas como en las de mayor nivel educativo.

La política implementada desde el Gobierno de la Provincia de San Luis con el Programa de Becas Arte Siglo XXI se constituye en un primer paso hacia la ejecución de estrategias de producción. Los becarios somos productores de arte y comunicación que mediante nuestro trabajo anual estamos generando un cambio en la concepción sociocultural de los receptores de nuestros productos simbólicos y artísticos. Más allá y sin desmedro de toda otra producción cultural emanada de los propios actores y productores de la cultura provincial, regional, nacional, es desde este espacio de creación, investigación, profundización y transmisión de la actividad artística que tenemos la posibilidad de propiciar un cambio.

Porque no hay lugar en las políticas culturales sólo para lo que al mercado le conviene, sino también para la diferencia y la disidencia, para la innovación y el riesgo. La creatividad sociocultural implica a los públicos actores pero también a los consumidores. El valor de los productos culturales, además de tener que ver con los temas estéticos, de innovación y de adecuada difusión, es una cuestión de interés público y como becarios, estamos trabajando para esto.

domingo, 14 de septiembre de 2008

MILAGRO


MILAGRO

Quise verte y aquí estoy. Vine a saludarte, pasé por el pueblo y me dije... tanto llanto, tanta angustia por tu ausencia, tanta soledad de sonrisas y ansiedades.
Y ese silencio perenne entre nosotros, esos ojos cerrados al recuerdo, al olvido, al despertar. Esa lágrima perpetua, inmutable en el rostro de sombras sin regreso. Esa mueca de tristeza al pasar, como quien por un momento rememora el agridulce de una niñez sin caricias, sin juguetes simples, y con un manotazo de vida tumultuosa las arranca para afuera, para siempre, mientras por dentro la marca se agiganta de repente un poco más.
Quise contemplar tu figura en las imágenes. Esa que preocupaba tu aleteo de marzo y nunca llegó un octubre que la supiera dibujar. Porque la mano majestuosa guiaba tu bosquejo hacia otro caudal. Porque tu mente tirana no se fijaba en el libre albedrío, los pájaros de seda y tantas cosas más. Cómo tolerás ahora tus noches sin whisky, sin tabaco importado, sin cuentakilómetros tocando la qué-se-yo, cómo te sentís ahora? Ni el Polaco ladrando su fascinante estirpe, ni The Spiders, te acordás, gesticulando monótonos en esa noche de baile con la luna en su apogeo. Y esa Polonesa Heroica, y ese Sueño de Amor que no acunaste nunca, ni por una noche de madrugada que te arrebató los sueños.
Nunca pensé poder mirarte por tanto tiempo, abigarrados los ojos con tanto recuerdo, agazapado el silencio entre tanto desconcierto.
(Por Dios, no te quedes así, no llores, no quiero verte triste).
Nunca imaginé este milagro insatisfecho.
Este contarte tantas cosas de éste, tu mundo amado y tantas veces aborrecido. De ésta tu gente conocida, de tantas islas que eran también la tuya y la mía en un chocar de planetas en este arrebol duradero, inacabable.
Porque, lo sé, tu vida durará siempre, hasta que la mente herida en el pensamiento lejano derrame sobre tu esencia la última gota de tu sangre acontecida de recuerdos.
Nunca creí que al mirarte, tus ojos en duelo me devolvieran, por milagro, tu nombre completo.
(Te acordás, nunca te gustó decir el segundo, era feo)
Y dos fechas: una rebozante y la otra, por milagro, de hielo.
Como tus ojos que me daban miedo. Que pensaras que mucho me detenía en tu vista o que pasaba demasiado en vuelo.
Como la vida y la muerte.
Como el horizonte que alcanzaste con el cosquilleo impalpable de esta ansiedad tuya de vivir pronto o de no morirte nunca, no se.
Pero fijate. Estar así ahora, por milagro, a dos meses de no verte más, o a no-se-cuanto-tiempo de no volverte a ver.
Hablando de todo sin conversar de nada. Queriendo reír por tu viaje y alcanzando tan sólo una tristeza inocua de no poder saludarte sin que me preguntes por qué.
Como aquél septiembre, en aquél baile de estudiantes, cuando yo festejaba mi egreso y vos tu décimo aniversario de egresado. Con Pintura Fresca y ese Orgullosa Mary que acomodaste para mí porque no te saludaba más. Ahora te saludo. Por esa y por tantas otras veces que mi espíritu te estrechaba esa mano que ahora me preocupa cómo estará, pero que mi actitud pobre no dejó entrever siquiera.
Por qué tanto orgullo?
Por qué no te miré antes, cuando podías verme, cuando tal vez tu amor propio lo necesitaba.
Quién sabe si estará satisfecho ahora...
Me llega tu voz desde una caverna quieta y silenciosa que hace más inquietante la risa sórdida de tu ausencia.
Esa risa que no se me irá nunca, aunque la carcajada del mundo intente aplacarla.
Qué pasó...?
Se que estás ahí contra tu voluntad.
Me bastó un milagro para comprenderlo.
Se que ese que no querías tu Dios te ganó la batalla contra los treinta que te empeñaste en exprimir hasta el último segundo.
Pero por qué?
POR QUÉ?
Mil y una vez, P O R Q U É?
Con esas ganas de robarle a la vida lo que ella te robó
Te resignarás al basta? O retorcerás los brazos del destino como una cruz esvástica, esa que quedó entre los huesos inertes de tan injusto arrebato?
Esperá.
No digas nada.
Callate.
Vuelvo mañana.
Están sonando unas campanas, las oís?
Me olvidé, sabés?
Por milagro de esas campanas, se me encarniza la angustia y me oprime la garganta.
Olvidé que el cementerio cierra a las siete, y no me alcanzó el milagro para quedarme sin lágrimas, sin milagro, sin su mirada, sin, sin palabras.
Nada.-

TENGO GANAS

Tengo ganas
de quedarme inmóvil
contemplando el mundo
desde algún lugar.
París, California,
Marbella, La Quiaca,
Sarmiento, Las Parvas,
Rusia o Senegal.
Oir de repente la voz de mi hijo
gritando ¡Mamá!
Volver del recuerdo con alma de alondra.
Asir en el viento
perfume de albahacas,
ruidos de marsupias,
rumor de hojarasca pisada con pausa,
sendero de plátano de ocre otoñal.
Mirar a lo lejos
que llueve en el monte;
se pierde en silencio el olor en el aire,
la gota en la tierra,
la savia en el brote,
el rubor en la brisa,
la mirada en el hombre,
las ganas de todo y la nada en el borde.
Abismos de dudas,
preguntas sin rumbo,
silencios y noches,
mañanas sin nombres.
Naturaleza muerta en las retinas,
paisajes desteñidos de añoranza.
Querer decirlo todo en la mirada,
vagar como un autómata entre niebla
y fantasmas cuchicheantes, y nudos y
gargantas.
Sonrisa que se vuela por los ojos,
palabras que no saben adularla.
Sabor a conocido entre los párpados
que el sueño traiciona en madrugadas.
El canto de sirenas en las almas,
voces ignotas de alabanza.
Buscar incontenida las respuestas
sabiendo que -quién sabe?- no hay palabras.-

TE RECUERDO


Te recuerdo sin quererlo.
Tal vez, porque hace poco que te viera.
Tal vez, porque me fui sin darme vuelta.
Y tu imagen se mezcla en el olvido con aromas fueguinos en el beso.
Con fulgores que rompen la añoranza, dejándome tan sólo un leve espectro.
No te extraño.
No podría extrañar lo que es del viento.
Lo que en ráfaga de un instante enceguecido, bailotea sin prisa en el silencio.
Lo que encendiendo un minuto nuestra vida, no deja huella, ni cenizas, ni desvelos.
Pero te recuerdo.
Y eso es importante.
Pues me llena la alforja de sentires.
Pues rebosa mi sentir en sentimientos.
Y te veo, y renuevo tu sombra entre mi cuerpo, y resopla la mente en el recuerdo.
Sos lo ido, lo pretérito, lo yerto.
La brisa que no hiere en un encuentro.
El fuego que no arde en un lamento.
Por eso hoy me acuerdo de aquel remoto hormiguero, que se llenó de deseos en el fondo de lo nuestro.
Lo nuestro… que en vos fuera materia y en mí solo un encuentro.
Que unió dos cosas nuevas, gastada como el tiempo.
El alma en un escape de lo obsceno; el cuerpo en el huir de un audaz vuelo.
Hacia el encuentro del presente.
Hacia el pasado de lo ausente.
Hacia el nombrarte sin recuerdos.
Sin tristeza.
Sin oscuras consecuencias.
Sin jamás, sin nunca, sin de nuevo.
Como la nube que desfleca sus espumas, en el lánguido existir del firmamento.
Y se escapa de las manos del presente, pues su rumbo es devorar el derrotero.
Y después, nada más, el azul cielo.
Sin las nubes, ni tus manos, ni tu beso.
Sin madrugada en un abrazo, sin palabras de silencio, sin testigo mudo de ese árbol que nos viera.
Sin mi cabeza en tu pecho, sin mi temor por lo hecho, sin tu quizá que se mezcló con los destellos de un amanecer a otra vida, de un nacer a otro elemento.
Fue tan sólo un beso. Pero te filtraste en el suspiro sin quererlo. Y hoy te recuerdo.
Tan sólo por eso.
Tan sólo?
Quizá te estoy debiendo… el ser de otra manera.
El sentir sin estar queriendo.
El brotar sin temblor ni ensueño.
Todo eso te estoy dando.
Porque te pertenece.
Porque vos lo hiciste sin preguntas.
Porque fue tu obra sin quererlo.
Hoy te lo devuelvo.
Con esto.
Con mi recuerdo…


12/8/71

VESTIMENTA DE SOLDADO




La muerte con vestimenta
de soldado
golpeó a la puerta
cerca del mediodía.
Era un martes
y el frío de agosto
era un instante
de hielo y de fogones
encendidos.
Quién sos? Le preguntó
asustado,
creyendo conocerla
de antemano.
No contestó. Sólo su aliento
sintió
cerca del rostro
cerró los ojos,
y le tendió su mano.
La muerte lo miró
muy lentamente
tomó un tizón
y lo acercó
a la hornalla
henchido su pecho
sopló con ansias de fuego
y hojarasca.
La chispa no ha durado,
se dijo muy solemne
habré de vestirme
de otro modo.
soldado que soy
en estas lides
no puedo conformarme
con harapos.
Nadie sabe de mí
más que los miedos
yo paso como un fuego
fatuo y me llevo conmigo
lo que quiero.

VOLVER A CREER

Quiero volver a creer
que la vida no es sólo un hoy
Que es el hoy de cada día
envolviéndose
en un siempre.
En un crecer para dentro
con la luz que crece
fuera.
Quiero deshilar la luz
y tejer con hojas secas
la presencia presurosa
en las manos
de la nada.
Y vivir sin luz, sin día,
sin mañana,
sin de nuevo.
Simplemente
decir vida
y creer.-
9-VI-75

LA MENTE EN BLANCO Y LA PIRÁMIDE


LA MENTE EN BLANCO Y LA PIRAMIDE



Judith estaba con su amiga. La de la mente en blanco. Venían caminando por una casa grande, algo así como una escuela antigua, con un patio central donde confluían todos los salones. La amiga le decía algo insistentemente. Pero Judith seguía ensimismada en su idea. Le habían robado la pirámide, y ella estaba segura de poder hallarla. Su amiga sonreía, incrédula, mientras caminaban por la galería interior de aquélla casa. Unas columnas de hierro antiguas sostenían el techo de chapa ornamentado en orlas que hacía de resguardo para la tarde lluviosa de aquél patio. Cuando iban llegando a la puerta de una de las habitaciones, la amiga de Judith se detuvo, giró hacia atrás, y se acomodó el saco de lana que llevaba puesto sobre los hombros. En ese momento las vi. Judith extrajo un arma del bolsillo de su blazer, y apuntó.
Desde algún sitio, yo supe que adentro había un hombre metido en una cama de cobijas claras. No alcancé a ver su rostro. Sólo una forma de cabeza despeinada emergiendo de entre las sábanas, y a los pies de la cama, una forma de niño sentado, de espaldas. Judith apuntó segura, su amiga ya no estaba.
De golpe, comencé a dar gritos, espantada, pidiéndole que no tirara. Pero Judith estaba segura de hacer lo que quería, y no dudó. Comenzó a disparar una y otra vez hacia la cama, y yo gritaba cada vez más fuerte, pero el eco de mis gritos se hacía humo en volutas por entre las columnas de la galería. Judith no me escuchaba.

- Por favor, no le tires! Judith, no! ¡No dispares!, grité de golpe, corriendo, y el pelo a montones se metía en mi boca como en bocanadas de seda que me ahogaba.

Judith se dio vuelta hacia mí, sonrió mirándome, y guardó el arma nuevamente en el bolsillo de su saco. Me acerqué agitadísima, la tomé por los codos, y cuando la toqué, el marrón de las mangas de su blazer pasó a formar parte del color de mis manos. Ella comenzó a reír a carcajadas, mientras me miraba con los ojos serenos, sin culpa, como si no hubiera ocurrido nada.

- Qué hiciste, Judith, qué hiciste? -pregunté como tarada.
Desde algún otro lugar, supe que no había hecho nada.
Ella introdujo su mano en el bolsillo donde había guardado el arma, y extrajo una pirámide de mármol veteada.

- Por suerte, la traía conmigo -me dijo, y nos fuimos a buscar a su amiga, que seguía apoyada en el marco de la ventana.-

POR VOS, TRISTEZA

POR VOS, TRISTEZA
Es tarde. Tarde en la soledad de este último sol de febrero, apenas tibio de otoño adelantado.
Tarde en la fugaz esencia de resplandores que acarician mi recuerdo que aún te espera.
A qué engañarme. Una hormiga desorientada camina sobre el borde de mi blusa, y yo –pobre y triste yo que aún te piensa- imagino la punta de tus dedos recorriendo esa pendiente hacia el abismo de mi seno. Toda una geografía de bordes y silencios acompañados por tu noble insistencia de acallada premura.
Por qué te fuiste, será la duda eterna que me repita en eternidad de amaneceres nombrándote en la espera.
Por qué temiste, si acaso disfrutabas de tu ego enaltecido por sensaciones nuevas.
Por qué dejaste que creyera en unos ojos profundos que taladraron mi angustia de la peor manera: la de tu incierta presencia en las esquinas de mi mente cada vez que te pensé con fuerza, con ganas de tenerte y que me tengas como quizá ninguno de los dos había podido nunca imaginar un clamor desesperado de dos cuerpos brindándose al afecto de tu piel y mi piel entrecortadas de susurros.

Ahora, cuando desde la luz de mi ventana veo que ya no llegas, miro para adentro lentamente, para sólo ver el laberinto de tu mente acomplejada de emociones simples, mientras por fuera de tus límites de espacio y tiempo, la distancia se acrecienta a cada rato un poco más.
Ahora, mientras juego con la hormiga de tus dedos que no supieron siquiera encaminar una caricia, un nudo atolondrado de angustia y ansiedades se retuerce en mi garganta con dolor.
Siento la amargura de una lágrima llorada para adentro, por lo que pudo ser.
Siento la desazón mordiéndome el alma sin permitirme olvidar lo que sentí de pronto, tan de golpe como tu mirada sedienta de ternura arrullándome en silencio, mientras el vuelo de todas las gaviotas enmarañadas en el borde de tus ojos me acompañó tantas veces, contándome de tu inseguridad, de tus anhelos inconfesados, de la sorpresa increíble de esta vida que de pronto te dijo que valías algo más que tu estampa presumida.
Siento el rumor suave de tus manos apenas abrazando mi cintura, sin demasiada fuerza, acaso temiendo quebrar el cristal de mi risa que se hizo joven y anhelante y libertina tan sólo por reír con vos.
Siento absolutamente toda mi desilusión a cuestas en este último día de febrero que me ha dejado con las manos vacías de vos y de tu piel, con los ojos vacíos de tus ojos sin tu mirada, con la piel sedienta y resquebrajada por todo lo que pudimos acariciar no sólo con la mirada, no sólo con tus palabras, no sólo con nada.
Siento una profunda tristeza por mi descreída y anhelante necesidad de vos, ya no sé por qué.

RAPSODIA DE MIRADAS

RAPSODIA DE MIRADAS


Tuve ganas de verte.
De inventarme una aventura.
Decidirme a mirarte porque si, de frente, con descaro desmedido.
Insistiendo en cada vuelta una sonrisa; exigiendo la atención de cada vez.

Intenté volver atrás en el ocaso, desde la primera vez que me miraras. (O te miré yo, no se). Fue mutuo y al unísono. Lo recuerdo sin neblina a pesar de la distancia en este tiempo despreocupado de vos.

Te conocí en otoño, cuando recién se arremolinaban las primeras hojas ocres en las veredas. Había un olor especial de otoño reincidente y atrevido en las calles de tu pueblo, y me prendí a la tarde para acompañar mi soledad a medias. Creo que si me propongo, hasta puedo recordar lo que llevabas puesto. Te miré sin demasiado interés, con algo de monotonía en un primer momento. La tarde pintaba de amarillo soleado las calles sin demasiada gente, los negocios semivacíos, la tediosa rutina de las calles, y las casas y los perros. Aún era temprano y no hacía frío. Aún no, lo recuerdo con los sentidos.

No fue arrebol de tu encuentro lo que me proporcionó ese templado bienestar del cuerpo ya vestido. No fue que me sacudieras con tu presencia, no recuerdo haberlo presentido. Pero algo hubo de suceder en la programada computación de los haberes, porque me quedó impresa tu figura en las retinas con fugacidad aparente, con indeleble premura, casi hasta con melancolía. Recuerdo nítida tu mirada inquisitiva con que alargaste los ojos a mi encuentro queriendo saber sin preguntar nada, queriendo quedar inmerso en las pupilas. El viejo Correo guardó los pasos que con turbación precedí cuando saliste, y te miré distante, desde dentro, devolviendo de a poco y con cautela, tu interés por mi presencia.

Después, volví a encontrarte aquella tarde. Saludarnos fue casi obligación. O por lo menos, me pareció que así sería. Volví a encontrarte mil veces cada viaje, cada tarde, cada día sin lluvias ni tormentas. Cada soleada insistencia de invierno frío, desteñido de placeres e ilusiones.

Tuve ganas de saber de vos alguna vez. Una insistente persistencia en la furtividad de tu presencia o de la mía irrumpiendo en tus tardes sin querer, se hizo obligación en la pregunta. Sin demasiado entusiasmo. Sólo una íntima necesidad de pensar que alguien me pensara. Quizá fue sólo eso. Un narcisismo escondido en mi estructura despintada del invierno, mientras la nueva vida en un pueblo prestado sin saber por cuánto tiempo iba tejiendo la trama de la misma vida nómade hacia la prosecución de mi futuro. Quizá no fuera más que las ganas de gustarle a alguien que me mirara porque sí, porque la curiosidad pudo más que los discretos que también miraban, pero no lo dejaron traslucir de esa manera. De algunos, que quizá fueran más cautos, y la urgencia quedó allí, sin encender ni apagar ningún pabilo.

Fuimos mirándonos muchos días, durante casi todo un año.
En tantos días, alguna vez habrás cumplido tus cuarenta años.
Alguna vez habrás estado triste.
Alguna vez, apasionado y eufórico.
Alguna vez me habrás mirado contento.
Alguna vez me habrás imaginado lejos en la presencia y en el recuerdo. Y en las ganas de mirarme y en las ganas de encontrarme y de tenerme y de dejarme.
Tal vez.
Quién sabe.

En tantos días de mirarte sin interés, sin demasiada curiosidad, sin querer saber de vos más que me mirabas, tu saludo me quedaba prendido en las imágenes.
Y los sueños de la edad fueron haciéndose más austeros.
Y las ilusiones, vanas.
Y las desdichas, duraderas.
En tanto tiempo, yo también fui perdiendo días, o fui ganando vida en la pausa, o fui gastando años en la prisa, y cumplí mis años sin ningún tirón de orejas, sin ningún recuerdo grato, sin ninguna presencia.
Vos y yo tan alejados en los festejos.
Vos y yo tan ajenos en las realidades.
Vos y yo tan inventados por mi imaginación menesterosa de intereses.
Vos y yo tan apartadas en las consecuencias veraces de tanto saludo dedicado al encuentro y ya pasó, me fui, hasta la próxima vez que te encuentre, y me mires, y te vea, y me saludes y te conteste, en este acompasado ritmo adolescente de no saber por qué me miras.
Por qué me sigues.
Por qué te busco, incandescente.
Por qué me llamas a seguir pensándote, si yo muy bien no lo sabía hasta hace poco, un día cualquiera, en que me desperté soñándote sin querer. Sin saber por qué te filtraste en mi memoria inconsciente en la vigilia, y fue una urgente necesidad de buscarte y mirarte y sonreírte como nunca.
Y contarte sin palabras que estuviste allí tan vívido, tan perfecto tu rostro entre mi almohada y mi mente y mi sentido impúdico y cauteloso a la vez, que te soñó en silencio, como siempre, sin palabras.
Sólo tu mirada insistente que llamaba mi atención otra vez, mil veces más en tu saludo, y mi emoción galopando hacia tu encuentro de miradas.

Fui al pueblo ese día por deber. Como nunca, tan alegre y decidida en mis ganas de encontrarte. Si hasta me pareció que no había sido un sueño. O por tu almohada navegaron también los gnomos de mi complicidad y de mi espíritu. La intriga se mezcló con la mirada, se hizo lava la liquidez de tus ojos contestando a mi emoción.
No se si me esperabas.
No se si querías verme.
No se qué imaginabas en cada vuelo de saludo y fantasía.
Comencé a vagar por tu presencia, como el viento que se agolpa en los zaguanes en puñados de hojarasca cada vez con mayor alboroto, con mayor imprudencia cada vez.
Comencé a buscarte en las ganas de tu encuentro provocando una mirada, convocando en tus ojos la sonrisa oculta por el miedo y la ansiedad.

Y te miro, y te llamo y te insisto con los ojos arrebolados de inquietud.
Tengo ganas de encontrarte en cada vuelta. Que me hables, me preguntes, me respondas, me regales la mirada de mi sueño.
Tengo ganas de buscarte y que me busques, y que me sigas, y que me encuentres, y que me digas el por qué de tanto vuelo, el también de tu seguirme cada día un poco más lejos, pero cuándo llegarás hasta mi encuentro.

He inventado cien maneras de encontrarte o que me encuentres.
He encontrado mil formas de hablarte y de escucharte.
Una sola vez.
Así de simple.
Desterrar la duda que me enferma en cada pregunta echada a volar al vacío y a la duda misma, de saber si existes o te inventé en el sueño de esa noche en que te tuve cerca por un rato.
Y creí que mi desdoblado yo volando con mi espíritu también se agazapaba en tu sueño por un rato.
Y te llamé en silencio, y convoqué tu voz, y me quedé prendida a la ilusión de inventar esta locura por un rato, que ya está haciéndose una eternidad de indecisiones.
Mientras tanto, te pienso. Y repienso las veces que te viera, y repaso las miradas que me diste, el saludo empecinado en demostrarte que ya basta de ojos y de bullas y silencios.
Tal vez el regalo de tu piel tan solo por un rato.
Tal vez, el murmullo de tu voz inventando un desafío. Intentando un desacierto arrepentido de futuro.
Tal vez, el regalo de tu beso robado entre las sombras del camino, en los rincones del alma, entre las llamas del infierno recreado en la inconciencia sin prejuicios. Por placer.
Tal vez, todo junto festejando este primer aniversario de mirarnos.
Vos y yo sin saber nada más que lo inventado.
Vos y yo, saludándonos sin prisa en las calles de tu pueblo.
Vos y yo perdiéndonos la alegría del encuentro.
Vos y yo sin animarnos a intentar el desafío.
Vos, en la complicidad de tu mirada, tu saludo, tu recuerdo cada día solitario.
Y yo.
Yo sin vos en las ganas de mirarte.
Yo queriendo.
Yo volviendo por las calles de tu pueblo.
No se por cuánto tiempo en la espera de tu tiempo.

BUSCR UNA PALABRA

BUSCAR UNA PALABRA

Me miraste
y un frío impertinente
me recorrió la espalda.
Tuve que pensar fuerte
una excusa de hiedras
que cubriera la fuerza
de tu mirada.

Tuve que esconder
mis ojos
entre el murmullo
de tus palabras.
Tuve que buscar una palabra.

Buscar una palabra
para recorrer el arco
de tu axila
mientras me abrazas.


Buscar una palabra
que se haga risa de niños
cuando tu pie desnudo
estremece mi risa bajo las sábanas.
Buscar una palabra
que acune mi aliento
cuando despiertas de madrugada.
Buscar una palabra
para soñar despierta
cada noche de luna sobre la escarcha.

Buscar una palabra
que estremezca tu oído
cuando murmuras, quedo,
un rosario de lirios
en la comba de mi seno
y de repente escucho
como tertulia de gasa
que me estremezco de nuevo
en el delirio
de tu palabra.-

LLÉVAME A VERLAS

LLÉVAME A VERLAS

Una fría neblina llegaba desde la bahía atravesando los bosques. El mar estaba triste, como de hastío y temblor. Las gaviotas pasaban planeando quedas, leves cometas de niños en la plaza del pueblo.
Margot estaba sola.
Sola de todos los silencios.
Sola de todos los amores.
Caminó sin prisa sobre los guijarros, agachándose a veces para recoger alguna concha.
Quería huir de ese pasado que -sin embargo-la acompañaría a todas partes. La arena se pegaba en las piernas como el pasado se encaramaba a su espalda sin pudores.
Margot sabía ya de todo esto pero igual necesitaba huir. Pasó la mano sobre la piel de sus pantorrillas y alcanzó a desprender una mezcla de arena gruesa y conchillas que apenas lastimaban su piel. Le pareció que alguien venía corriendo detrás suyo, pero intentó disimular su curiosidad.
Tenía frío en la piel y en el alma. Para qué distraerse? Nadie vendría a abrigarla. La desilusión corría por todos los rincones de su itinerario. Tenía amarga la boca de todos los sabores. Para qué sentir?
La brisa ya era viento cargado de neblina, que no le dejaba ver el bosque. Su cuerpo estaba ausente, envuelto en un corset de melancolía que a veces la hería hasta el dolor. Para qué vivir?
Miró hacia el mar y en ese instante, una gaviota en picada cruzó las coordenadas de la tierra y se internó en el mar por su comida. Un pequeño calamar agitaba sus tentáculos en el aire mientras duró la efímera ceremonia del banquete. Se detuvo un momento al observar la rutina de los siglos, y de golpe -a sus espaldas- se dio cuenta que pasaba alguien. Recordó que alguien corría por la playa, detrás suyo.
El se detuvo, movió la cabeza con lentitud, sonriendo y sudando.
-Hola, dijo displicente.
Era hermoso. Joven y apuesto como hacía tiempo no veía a nadie. Un hoyuelo atrevido se dibujaba a cada lado de su boca, insinuante.
Hermoso, pensó Margort mientras corría un insistente mechón de su pelo que se prendía -atrevido- de lo poco que quedaba de su sonrisa.
De golpe, se dio cuenta que estaba despeinada y sin pintura. Una mueca de coquetería en su piel cansada de llanto, la devolvió a la vida.
- Viste las focas recién paridas al otro lado de la bahía?- preguntó él, mirándola a hurtadillas, jadeante aún por su trote.
Y ella sintió la invitación a la vida sin tapujos, sin oscuras consecuencias. Midió en silencio la profundidad de aquéllos ojos, y acomodándose otra vez el pelo, se escuchó decir como en susurro:
- Muy bien: entonces, llévame a verlas.

jueves, 14 de agosto de 2008

martes, 24 de junio de 2008

REFLEXION

REFLEXION

Se rompió-, murmuró tu hijo a media lengua, y no entendí muy bien de qué se trataba.
Es cierto. Los niños son sabios.
No pude saber qué era lo roto para él, porque de golpe me di cuenta de lo que se había roto en mí, de repente.
Vos y yo no pudimos ser nosotros todavía y ya no es entero.
Siempre supe que cuando se llena un agujero con otro, queda un vacío. Y sin embargo, me empeñé en verte y encontrarte porque me gustaba tu ser, tu vivir, tu todo.
Y siento que me quedé sin todo, sin tenerte.
Pero no era tener tu cuerpo lo que me importaba.
Tal vez, mi necesidad de vos fuera mucho más profunda, mucho más pretenciosa, mucho más incoherente, mucho más definida, mucho más optimista, mucho más rebuscada, mucho más avarienta, mucho más egoísta, mucho más placentera, mucho más.
Por eso, tendré que conformarme con menos.
Con pensar que pudo haber sido magnífico, pero.
Quise tenerte fuera del tiempo, pero estamos dentro.
Quise quererte por vos, pero vos sos todo.
Quise quedarme con vos, pero se rompió.
Tal vez, mi necesidad de vos fuera menos urgente, menos perniciosa, menos alocada.
Porque de todas las necesidades que me aquejan en mi ahora, con jugar con vos a las plazas y robos de encuentros me bastara para sentir que todavía se puede compartir algo con alguien y de paso crear todos los días un poco, conocerte cada vez de una manera diferente, disfrutar con vos de la sonrisa de un niño por eso, por el niño y por la sonrisa, no por tu culpa y mi culpa de no saber por qué.
Si vos y yo sabemos bien por qué.
Si vos sabés que estoy mal aunque no sepas demasiado bien por qué.
Si vos sabés que yo se que estás mal, aunque nunca te pregunte la causa - consecuencia de tu mal porque no interesa, porque no es la historia de seguir removiendo cosas viejas o tan contemporáneas como la discusión de cada día con el otro que creemos que se quedó en casa mientras vos y yo mirábamos las palomas en las plazas.
Si yo voy a las plazas a eso, a mirar las palomas y los niños y los juegos y las plantas y todo lo que existe a pesar de los problemas que, a veces, también salen de paseo con nosotros, pero por favor, que no se note tanto.
Porque también supe desde siempre que por más que vueles al fin del mundo, los problemas se filtran en tus maletas y viajan con vos a dónde vayas.
Entonces, o no vayas al fin del mundo o no armes tus maletas. la opción no es fácil, pero para qué transportar problemas.
Por eso me gusta ir a la plaza y mirar la planta porque es planta, y mirar al niño que por suerte aún es niño, y tocarte a hurtadillas el brazo porque qué linda que adivino tu piel, y no toqué más que tus manos y un pedacito de tu brazo.
Es cierto.
Sigue siendo conversado, como vos decís.
Y yo me pregunto qué será cuando no sea más conversado.
No podés llamarme veinte veces por teléfono para después tocarme la rodilla por debajo de una mesita de café. Y qué creés que pasaría después. Llamarme otras veinte veces por teléfono para robarnos la imagen media hora, para probarnos el cuerpo media hora, y sentirnos de fuego media hora y creer que nos amamos media hora porque solo tratamos de inventar el resplandor de tu cuerpo y el mío encegueciéndose en sentires porque me sabés sensual, porque me gusta tu piel, porque es tu forma de iniciar una pareja y también fue mi forma hace ya algún tiempo, cuando no tenía pareja.
Ahora tampoco la tengo.
Ahora tampoco me llaman ni una sola vez al día, ni me tocan la rodilla por debajo de la mesa, ni me tienen siquiera media hora para acariciar mi cuerpo.
No comparto ni una mesa, ni una música, ni una sábana, ni un deseo, ni un encuentro ni una plaza ni un silencio.
Ni.
Tengo demasiada necesidad como para arriesgarme a compartir un rato dos veces por semana y después llamarte cuando pueda.
Cuando puedas.
Tengo demasiada necesidad de hombre como para conformarme con un pedacito de vos, de tu cuerpo, de tu mente.
Tengo demasiada necesidad de intelecto y cultura y sentir y sentimiento y familia y abrazo y deseo y que me quieran y que rían conmigo y que lloren conmigo y me aprieten de repente fuerte la mano y decirme de repente lo mismo que te estaba por decir y que la ciencia y los espejos y la gente y los desvelos y las ganas de crear y crecer al mismo tiempo y te das cuenta por qué de repente me conformo con mirarte a través de los niños en las plazas y los helados y los juegos.
No quiero perderme.
Prefiero quedarme sin vos antes de tenerte aunque sea una sola vez, antes de quedarme sin nada porque las culpas son muy grandes.
No quiero culpas.
Si no te hubiera conocido, tendría que haber arreglado mi vida sin vos.
No quiero que seas la excusa.
No quiero el manotazo de media hora porque me gustás.
Vos sos un todo. Y prefiero quedarme sin tu todo a tenerte a medias.
Mientras tanto, elijo las plazas y regalarme tu ser con tu llamado, y verte con misterio en tu trabajo porque así te tengo y no.
Porque te miro y muero y peor que muero si no te miro. Pero ya ves, no puedo decir amor, como termina el párrafo de Benedetti, porque esta herida duele como dos -corazón coraza- y por ahí algún día te tendré sin no.
No se.
Además, como pretender tenerte si ni siquiera me tengo yo.
Cómo aspirar a tener tu todo si yo me tengo de a pedazos, como la infinita parte de un rompecabezas que no termino de armar del todo porque por ahí me asusto.
Estoy desdibujada y pretendí mirarme en vos.
Pretendí pensar cómo será tener un hijo con vos, y hacer ese hijo con vos, y sentir tus ganas y vivir tus días y caminar tus noches y recorrer las circunvoluciones del cerebro prendida de tu mano y agacharme de repente porque pasaremos por debajo del sol, y compartir tu pan y saborear tu sed, y apretarte fuerte la mano porque vamos a trasponer el universo y el romanticismo iluso se me quiebra de repente porque tu hijo es sabio y dijo se rompió.
Es cierto.
Vos y yo -sin nosotros- tenemos demasiada carga en las conciencias.
Vos y yo no podemos separarnos contentos porque por ahí se nos cruza esa ridícula idea de tirar todo a la mierda y qué haremos después con la conciencia, con la culpa, con los miedos, con todo el pasado que nos queda prendido como musaraña del recuerdo y no nos deja vivir como quisiera.
Vos y yo no podemos animarnos a reírnos displicentes porque es cierto, "en la calle codo a codo somos mucho más que dos".
Y tal vez ser dos cueste demasiado.
Tal vez ser dos no valga la pena.
Tal vez.-

jueves, 15 de mayo de 2008

DOS PALABRAS



DOS PALABRAS

Me has dicho dos palabras.
Dos palabras tan viejas como la humanidad toda.
Dos palabras tan tiernas,
que una gota traviesa
se detuvo en mi pelo
y no quise quitarla.
Dos palabras tan lindas,
que esa lluvia nocturna
me mojaba los párpados,
y no supe enseguida que era una lágrima.
No podía entender que mi ángel de la guarda,
en lo alto de ese cielo
que a los dos nos cobijaba,
enjugó una sonrisa pura
en la emoción de esas palabras.
Me has dicho dos palabras.
Y tu boca en su partida
encaminó nuestro encuentro
en la canción sin palabras.
Esa música sincera que ambos entonábamos
en el profundo hormigueo del sentido hecho esperanza.
Y sentí de repente
como un nido de mariposas
en el fondo de mi alma.
De libélulas puras como el cristal del agua
que humedecía el abrazo
que confundió esa añoranza.
Dos palabras...
Y el mundo se detuvo en la unión de nuestro espíritu,
que en beso de esmeraldas
bordado por tu caricia,
me transportó a otro encuentro,
el de la dicha olvidada...
¿Cómo explicarte?
¿Cómo decirte, que la caja de música
que en mi pecho guardo escondida,
comenzó a dar sus sones
cuando vos la conociste?
¿Que la luna de mis días era opaca, desabrida,
y sólo por tu recuerdo
se tornó de luces llena,
con destellos opalinos?
¿Cómo empapar tu fibra de anhelos,
contándote todo el bullicio
que tu aurora me embelesa?
¿Cómo pedir que la boca que tu boca besa
acalle tu nombre viejo
renovado con mi anhelo?
¿Cómo...?
Con dos palabras.
Te quiero.
Son sólo éstas.
Te las entrego. 6/9/71

DE GRISES TRISTES



DE GRISES TRISTES

Qué gris oscuro está este nuevo día,
qué gris y humo y frío y hojarasca;
el gris otoño desparramó sus brazos,
pintando todo de gris melancolía.

Volví mis ojos a la pobreza oscura,
el hambre audaz, el frío y la amargura
del niño pobre, la mano tan vacía
del hombre solo que lucha por la vida.

El día gris me resolvió la duda
que cierne en mi alma resorte de alegría
por estar sano, tener las manos puras,
amar a Dios, tener la espalda erguida.

Vencer el tedio, el odio y la mentira,
salir a flote en esta mar oscura
de gris miseria, acuosa y atrevida,
llanto del alma con las entrañas duras.

MONOLITOS


MONOLITOS

A veces siento
que el dolor es mudo.
Abre grande los ojos,
me mira en silencio,
corre por las grutas
de mi pensamiento.
A veces grito,
grito para adentro,
se esconde en mi alma
un racimo de viento;
hilachas de flores,
galpones de herrumbre,
pasos de fantasmas
crisálida y pienso.
A veces me agito
desesperadamente,
corro por la bruma,
remonto paredes.
Sueño con la estirpe
de aquél caballero
que galopa tenue,
por el firmamento.
A veces me escondo
en rumores de tiempo,
desato alegrías
en caminos neutros;
tengo por destino
una casa de roble,
el techo con mirlos,
un jardín y un gozne
sencillo y pulido,
brillante, de bronce,
que abre y que cierra
portones de hierro,
ventanas de cedro,
portillos de cobre.
En fin, me parece
que soy todo un bloque
de hormigón armado,
de vidrio y adobe.
Monolítica y dulce,
serena en los labios
y en el beso un brote:
la yema silente,
la piel, la mirada,
la rosa purpúrea,
y el jardín, mi goce.

ROMANCE PARA MI NIÑA

ROMANCE PARA MI NIÑA

En su nidito de espuma
está mi niña dormida.
¿Dónde quedaron tus sueños,
dónde se han ido tus días?
Niña, mi niña te busco
niña, mi niña perdida.
¿Dónde se esconde tu llanto
jugando a las escondidas?
En las paredes del tiempo
donde lloró el alma mía;
en los pliegues de mi cuerpo
niña mi niña chiquita.
Qué dulces fueron mis sueños
cuando tu corazón latía
muy cerquita de mi pecho
muy adentro de la vida.
Qué tristeza tengo ahora,
niña mi niña querida!
Este dolor sin consuelo,
esta llaga y esta espina;
los espasmos de tu llanto,
la tristeza de tu almita.
No llores niña, mi niña.
Los ángeles te llevaron
a aquélla casa bonita,
la Virgen te daba flores
y en sus brazos te mecía.
Los ángeles te acunaron,
chiquita, bebita mía,
velo de noches muy largas,
plumón de espuma y caricias,
canción de cuna y silencio
duelo de llanto y cenizas.
Hoy yo te suelto las manos
niña, mi niña chiquita,
beso tu pelo en el aire
y sueño que me acaricias.
Tal vez estarás bailando,
tal vez soñando, dormida,
en una cuna de estrellas
con sábanas de strelitzias;
tal vez cantando en un coro
de ángeles y golondrinas,
niña, mi niña dormida.
En un cielo de ilusiones
estás, mi niña querida:
con la pureza de tu alma,
bendíceme el alma mía.

DESEO



Tengo ganas
de quedarme inmóvil
contemplando el mundo
desde algún lugar.
París, California,
Marbella, La Quiaca,
Sarmiento, Las Parvas,
Rusia o Senegal.
Oir de repente la voz de mi hijo
gritando ¡Mamá!

Volver del recuerdo con alma de alondra.
Asir en el viento
perfume de albahacas,
ruidos de marsupias,
rumor de hojarasca pisada con pausa,
sendero de plátano de ocre otoñal.

Mirar a lo lejos
que llueve en el monte;
se pierde en silencio el olor en el aire,
la gota en la tierra,
la savia en el brote,
el rubor en la brisa,
la mirada en el hombre,
las ganas de todo y la nada en el borde.
Abismos de dudas,
preguntas sin rumbo,
silencios y noches,
mañanas sin nombres.

Naturaleza muerta en las retinas,
paisajes desteñidos de añoranza.
Querer decirlo todo en la mirada,
vagar como un autómata entre niebla
y fantasmas cuchicheantes, y nudos y
gargantas.

Sonrisa que se vuela por los ojos,
palabras que no saben adularla.
Sabor a conocido entre los párpados
que el sueño traiciona en madrugadas.
El canto de sirenas en las almas,
voces ignotas de alabanza.
Buscar incontenida las respuestas
sabiendo que -quién sabe?- no hay palabras.-

SÚPLICA




No te pido, Señor
que él me quiera,
sino que a mi vida
llegue el Amor.
No te ruego, Dios mío,
su cariño,
sino el alma entera
de tu hijo, en comunión.
Tan sólo ansío
que Tu Luz eterna
ilumine en mis labios
la Oración.
Y me hagas pura,
como amapolas
que en los prados crecen
a Tu amparo,
Señor...
Hazme dulce,
angélica criatura;
que en mis días
lleve siempre tu pregón;
y germine, muy dentro de mi dicha,
la palabra buena
del perdón.
Te pido, Señor,
hoy, de tus manos,
la llaga sangrante
de tu Amor.
Y que él sea
por siempre en mi camino,
sed de verdades,
ley de justicia
y salvación.
Me inclino, Jesús,
ante tu rostro,
y alejo de mí todo rencor.
Encomiendo a Tí,
pleno, mi espíritu,
y espero de mi vida
una flor...
3/10/71

EL HOMBRECITO




CUENTOS PARA LA SIESTA

EL HOMBRECITO

Lic. María Inés Malchiodi
Becaria BAS XXI
Literatura


No recuerdo cuando fue la primera vez que nos vimos. Entre el tumulto laborioso de cada jornada, era uno más entre tanto desconcierto de papeles y teléfonos. Apenas uno más.
Su mirada escurridiza era casi tan sigilosa como su presencia. Tratando de mimetizarse entre los otros, en un esfuerzo tremendo por pasar desapercibido. No sabía si el esfuerzo era tan desmesurado por una urgente necesidad de no ser descubierto en su pequeñez, o tratando de ocultar el tamaño de su secreto.

No podría determinar si lo que pretendía en aquel momento era esconderse a si mismo porque no terminaba de aceptar su esencia, de tan inmostrable que se le hacía su secreto, o si la timidez que encerraba entre sus manos pequeñitas era más grande que toda su presencia.

Después lo supe.

Pero antes, hubieron de pasar demasiados antes para que pudiera comprender el por qué de tanta intriga. Recuerdo la agresión en sus respuestas una vez que dejó de ser fantasma. Casi sin sopesar los desafíos, pasó de ser una evanescente figura de la nada y se materializó en respuestas agudas, filosas, atrevidas.

Cualquier problema era mayor que todos los problemas, desde la duración de una llamada telefónica hasta la cantidad de empanadas que cada uno comería. La cotidianidad iba filtrándose entre los intersticios de una relación que comenzó siendo de compromiso, hasta lo que adiviné comprometida. Al menos de mi parte.

Pero ya ves, parece que de mi parte siempre aparecen los errores en alguna parte del camino, y después terminan siendo demasiado costosos, demasiado pesados, demasiado penosos.

Esos errores que los demás te cobran porque estás distraído, porque dejaste de ser precavido en el momento justo en que comenzaste a mirar al otro por los ojos del otro, y la ternura te ganó entre los meandros de la comprensión, y comenzás a aceptar, y te permitís querer, y te dejás hacer.

Craso error.

El hombrecito era demasiado egoísta para poder trascender los muros que lo mantenían prisionero de su propia realidad. Una hiedra empecinada en ocultar cada uno de los ladrillos con que fue construyendo su personalidad iba creciendo con tentáculos de lisonja en las comisuras de mi debilidad, y lo que creía que era sincero se fue desmoronando en la argamasa de cada una de sus mentiras revoleadas con desparpajo.

A veces, la realidad se hace añicos contra el cemento de todas las certezas. Gris y ríspido y acerado. Cemento de hipocresías que yo no podía ver, porque pacientemente, con la infinita monotonía de la araña que va tejiendo su tela para atrapar su presa, el hombrecito fue tejiendo la misma trama para dejarme pegoteada en una amistad de asimetrías.

Tantas veces creí haber encontrado la amistad en serio, más allá de todas las diferencias que hube de sortear porque para algo existen las concienzudas y entramadas referencias a las construcciones del yo, del ello, del alter ego y todas las demás teorizaciones de la razón en busca de la verdadera palabra que diga compañía, paciencia, alegría, saber que estás y me acompañas en los momentos más duros de la vida de cada día.

Sin embargo, a diferencia de la cucaracha que se comió al hombre en una noche kafkiana hasta el delirio, el hombrecito fue construyendo su corpórea presencia de araña transparente cada día, dejando al trasluz sólo el voluminoso y diminuto abdomen trabajado a fuerza de disciplina de gimnasio.

Con perezosa monotonía trató de hilvanar cada día un tramo nuevo de la tela donde atrapar su presa, mariposa de la luz o de las sombras.

Y lo logró.

Vaya si lo logró.

El hombrecito de timidez rayana en perversidades, se alimentaba cada día con mayor avidez de los manjares ajenos, no importaba si la mesa era de banquetes platónicos o cálices socráticos de cicuta.

Tal vez, lo que el hombrecito no podía resolver era su origen. El odio visceral que lo ahogaba hasta en sus sueños, proclamando a gritos improperios que la vigilia no le permitía pronunciar. Por eso, desgranaba su pesar en las cuentas de un rosario de cruces invertidas, y rezaba al olvido el poder de la oración vaya uno a saber con qué pretexto.

Entonces, era Rosemary’s Baby y la cuna meciendo el niño embrujado del infierno interior de los meandros de su mente atribulada de prejuicios.

Era Polanski en el desenfrenado impudor de los sentidos tratando de abarcar todos los sentidos, preparando las zonas que después habría de disfrutar en manjares de servicios.

Era irreversible y anodino hasta el hartazgo, tratando de inventar historias de los otros porque por ahí las propias eran demasiado crueles para verlas con el pudor de la moral a cuestas.
Por eso, el hombrecito no podía apretar la mano en un saludo verdadero. Apenas la cadencia de unos dedos de uñas pequeñitas de niño a mitad de camino entre el adolecer de los sentidos y el dolor del sentimiento por todo lo que no puede mostrar porque su timidez a cuestas le impide legitimar su verdadera esencia.

Porque el pudor le envenena las entrañas cada vez, todas las veces que no se atreve a subsanar el impúdico y laberíntico personaje interior que lo lastima tantas veces cuantas son las miradas interiores que se anima a mirar para adentro y no poder.

Porque lo que el hombrecito no puede, de entre tantas impotencias resumidas o resueltas, es decirle a los cuatro vientos que es como es. Y aceptarse irónico, perverso, tímido hasta el denuedo, agazapado en las formas de desgranar las tentaciones y confundido en la forma de dar acaso lo único valedero que carga en su cruz el verdadero hombre.

Su verdad.
Su honestidad consigo mismo y con los demás.
Dar y recibir, como en la constante rueca que él sabe que existe más allá de los escondites de la sigilosa manera que él conoce. Dar enserio, para recibir del mismo modo.

Por todas las menesterosas maneras de pedir que cada uno lleva arrastrando en la conciencia.

Por todas las verdaderas maneras de tender la mano y cerrar el brazo en el abrazo, y pelear enserio por las cosas serias de la vida, y hacerse cargo de la compañía del otro, y del dolor del otro más allá del uno mismo.

Simplemente, porque el otro también a veces es un hombrecito menesteroso, diminuto y afligido en la propia imagen devuelta en la tristeza y el dolor.

Hombrecitos diminutos de conciencias apedreadas por vivir, agazapados en la coraza de verdades que la vida desafía cada día, y el dolor, el verdadero dolor de la aflicción, que solamente la pequeñez del hombrecito egoísta no es capaz de ver.

Hombrecito de pasos misteriosos, cadencia de saberes con que hilvanar encuentros, disfrutando la vana compañía de estar por estar.

Hombrecito que se pierde en la bruma de las lágrimas conjuradas a la irrefutable convicción de nunca más.

PÁGINA TREINTA Y DOS






Te fuiste.
Y yo te dejé ir.
Era inevitable.
Bajo la lluvia intermitente
de este otoño,
que penetra hasta el ocaso
de mi fibra.
Caminé.
Con paso lento,
rumbo incierto.
Hasta que la realidad de mi estructura
dijo basta.
Y el misterio
desentrañable
de mi vida,
tuvo otro sabor.
El del olvido.
El de un mañana nuevo.
Y la página treinta y dos
de mi memoria,
se perdió
en el viento.-

miércoles, 7 de mayo de 2008


ORACIÓN DE FE




A lo largo de mi vida, pero sobre todo en la profundidad de mi existencia, Dios me ha demostrado que no somos más que minúsculos depositarios de su soplo.
Cualquiera fuera mi forma, sólo la esencia que El me ha confiado ha sido la forma en que he ido modelando mi vida.
Por eso, posiblemente digo todo lo que digo, y no siempre callo lo que pienso.
Absolutamente, soy consciente que me fue regalado un espacio de vida no se por cuánto tiempo, y si –a veces- la ansiedad me lleva a dormir poco, no por eso sueño menos, aún despierta.

¡Tantas veces ando cuando los demás se detienen!

A pesar de tener los ojos cerrados muchas veces, no por eso pierdo luz: la llevo dentro y algunos –sólo algunos- saben ver la luz que sale no sólo de mis ojos cuando miro.

Cuando la muerte en bandadas se llevó de mi lado lo que más quería, he sentido la inefable finitud de nuestros días.
Por eso, tal vez sólo por eso, a veces vivo más de prisa, con el miedo desesperado de no saber por cuántos días.

Escucho no sólo lo que otros hablan, sino mejor lo que dicen, lo que piensan, lo que callan.

He dado tanto valor más que a las cosas, a lo que ellas simbolizan.
Cuántas veces son los símbolos las verdaderas muestras de los sentimientos valederos.

He disfrutado de un helado tanto como de la tibieza de unas manos.

Puedo vestirme y desvestirme con la misma sencillez con que desnudo mi alma cuando quiero, porque quiero.

Me tiro de bruces al sol, disfruto el calor de la piedra en la planta de los pies, y puedo gozar aún con la palma de la mano en la caricia de la piel que se estremece; puedo caminar desnuda en los trigales que aún no maduran y sentir la áspera sensación de las espigas sólo alumbrada por la luna.

Sabe Dios que tengo un corazón que aún no ha aprendido a odiar, y puedo sentar a mi enemigo a mi mesa, sin tener que detenerme a esperar que ningún sol derrita lo que siento.

Puedo pintar con los colores del día, girasoles, lirios y amapolas, sin el genio y la locura de Van Gogh.

De entre los talentos recibidos, puedo escribir con mis palabras y llorar de amor entre las letras, recitando de memoria y en silencio el mejor poema de Benedetti.

Canto con Serrat buscando alguna estrella.
No sólo he regado las rosas con mis lágrimas. Cada flor de mis rosales son llanto de dolor por las espinas de mi vida y sin embargo, aún beso sus pétalos cada día.

Dios mío, en este retazo de vida que me queda, no dejo pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero, aunque a veces lo diga con los hechos.

He aprendido que enamorarse rejuvenece y es también amar la vida.

He aprendido a olvidar sin matar la esperanza.

He aprendido de la felicidad que simboliza escalar cada cima.

He debido aprender el indescriptible dolor de la mano de un niño soltándose para siempre de mi mano, y jamás alentaría que alguien sintiera algo siquiera parecido.

He aprendido que ayudar a levantarse, eleva.

He aprendido a amar aún con el corazón vacío.

Y si mi hora está ya cerca, te digo:
Dios mío, sólo dame el amor que necesito y la templanza.
El amor, para continuar creciendo dentro del alma. La templanza, para soportar el designio y la añoranza.
Dejame sentirlo y que me invada.
Que sea él quien desparrame mi ceniza entre las zarzas.

A cambio, yo sólo te digo gracias.

ABRÀZAME



ABRAZAME

No sabés la pena que me invade. Tengo el frío del invierno cerniéndose en mi cuerpo, contándome que ya no estás. Te extraño. Sabés? no puedo olvidarme tu mirada inexperta, tu mutismo queriendo gritar de golpe todas tus emociones contenidas. Qué tristeza tan insípida, este saberte desprotejido y yermo, pero a la vez tan creído de tus dotes que te hace envilecer cada cosa que tocaras. Qué tristeza darme cuenta de todos los rincones de tus límites, y hallarte sin rincones, sólo una línea absurda que no se sabrá jamás si es tu partida, o es tu meta.
Pero para qué perder tiempo en cavilaciones.
Da lo mismo.
Sos tan hueco...
Tuve ganas de amarte como nunca habías sentido, para que supieras como sabe el gusto de los besos del amor adulto.
Tuve ganas de hacerte sentir en la piel con manos de seda, para que aprendieras que la vulgaridad de otras manos no eran para tu piel.
Tuve ganas de mirarte de frente, como nunca te habían mirado, para que supieras que los ojos mansos de esta altura de mi vida guardan todo el fulgor de las primeras miradas, acrisoladas en punzantes emociones.
Tantas ganas tuve, y todas las dejé guardadas bajo siete llaves, del candado que vos guardaste no sé para qué.
Tantas ganas de gusto y a montones, como no podrás ya nunca suponer que alguien podrá darte, porque ahora, todo el mundo sabrá que no son para vos.
Sabés? Me di cuenta que no valía la pena el día que comíamos juntos y te hurgaste la naríz. Ni siquiera te diste cuenta de mi asco. Hasta ahí, creí que pertenecíamos a mundos semejantes, pero entre todas las cosas que llevo aprendidas, aprendí que los señores que merecen gozar como señores no se tocan la naríz en la mesa de un restaurant.
Tampoco se meten los dedos dentro de la boca cuando les parece que se les rompió un diente, y en realidad sacan una minúscula partícula de hueso de pollo.

Te faltaba tanto por aprender...
Creo que fue entonces que comprendí que no valía la pena. Que tu abrazo sería sucio, desprolijo y manoteado por la inexperta soledad de tus pasiones compartidas con cualquiera.
Sin embargo, tuve ganas de enseñarte a ser un hombre con mayúsculas, distinguido, como para que fueras digno del lugar que ocupas.
Pero también con eso me equivoqué.
Burro viejo no agarra trote, cuenta la sabiduría popular. Y es tan sabia...
A vos te hace falta mucha calle para merecerte una mujer como yo.
A vos te queda grande hasta la vieja ésa que vende poleo y peperina en la puerta del supermercado. Estoy segura que es bien hembra para conseguir sustento con sus manos, con toda la fuerza de su espíritu pidiéndole a la vida que no la deje caer.
Vos sos tan distinto... No valés ni siquiera éso... ni un poco de poleo de las sierras.
Me terminé de convencer el otro día, cuando te llamaron de la maternidad.

- Abrazame,- gimió Claudia en el teléfono, contándote que el guacho que había parido era tu hijo.

Y a vos se te erizó la piel. No sabías como enfrentar al mundo con semejante realidad a cuestas, y tuviste ganas de morir. Pero antes, había que matar a unos cuantos, por las dudas. Para que no hablen. Para que nadie suponga que no tenés agallas, cuando en realidad no tenés nada. Ni agallas, ni modales, ni cojones, nada...

Sabés? A vos nunca te enseñaron lo que significa querer. Para un pobre infelíz como vos, querer es tener. No importa qué; pero tener... plata, poder, putas, todo con p. Por la p de pelotas que te faltan.
Pero no te asustes, yo no me quedé con las tuyas. Nunca se me ocurrió tocártelas siquiera. Lo mío fue platónico desde el pié hasta el alma, idílico desde el alma a mí, con Benedetti soplándome en los poros recitando que en la calle codo a codo somos mucho más que dos, y a vos te quedó tan grande que seguiste solo por la calle de la mugre, la coima y la venganza. Porque sólo vengándote de los que somos mucho más que vos, te sentís potente.

Sabés? Ahora que te dije todo esto, puedo pedirte de nuevo que me abraces. Yo sentiré los mocos del que sufre de todas las pobrezas, fregándose en mi rostro con tu beso.
Serás mi prójimo más menesteroso.
También puedo abrazarte desde mi decepción, y decirte sos un gil.-

HAIKU



HAIKU

DESDE MUCHO ANTES DE LA LUZ
TE DIJE MIS PALABRAS
PARA CONSOLARTE.


PIEDRAS DE LAS SIERRAS
NATURALEZA AMONTONADA,
MI DESTINO.


DE TODAS LAS FLORES
QUE ENGALANAN TU REGAZO
TE ROBE UN LIRIO



NO PISES LA ESCARCHA.
SE ROMPE BAJO TUS PASOS
COMO EL HIPOCRITA CON LA VERDAD.



SON TUS LAGRIMAS
TREMULA ESCARCHA ROTA
DE HIPOCRESIAS

CANTO MAGICO
EN LA NOCHE DE ESPERANZAS
MUSICA DE GRILLOS



RISA DE CRISTALES CANTARINES
MUSICA DE HORNEROS Y CALANDRIAS
BAJO LOS ROBLES.

SIENTO EL ENOJO
DE TODOS LOS VIENTOS FRIOS
EN LA MIRADA.


CALIDAD DE VIDA
¿CALIDAD DEBIDA?

Lic. Marìa Inès MALCHIODI
Becaria BAS XXI
Literatura


En el convulsionado mundo que nos contiene, cada día resulta más difícil apelar a las buenas intenciones de las almas pacíficas y despojadas de maldad.
La premisa de poner la otra mejilla muchas veces se convierte en una pesada letanía, y el mandato se transforma en un rasgo de sadomasoquismo capaz de llevar al sillón del psicoanálisis a quien menos afección creía tener con respecto a esta práctica científica.

A lo largo de nuestras vidas, mantenemos relaciones placenteras y estimulantes, que nos llevan a dar lo mejor de nosotros mismos; sin embargo, damos lugar –a veces sin proponerlo- a relaciones que nos desgastan y que pueden lograr destruirnos sin querer. Con el pretexto de la tolerancia, nos volvemos indulgentes ante ataques de perversidad en la familia, en la vida política y social, en nuestras relaciones laborales, en nuestra vida cotidiana.

Esta cuestión de no aceptación del otro muchas veces permanece tan solapada en nuestra actitud, que decimos no discriminar cuando en realidad lo único que se practica es una constante necesidad de demostrar el poder que ejercemos sobre el otro con nuestros discursos, con nuestros actos, con la violencia psíquica directa o indirecta hacia los demás. La salud social es tan importante como la salud individual, y no podemos pensar en tener aquélla sin esta.

Las técnicas de desestabilización que se manifiestan entre los perversos tienen que ver con las insinuaciones, las alusiones malintencionadas, la mentira, las humillaciones. Resulta sorprendente cómo las víctimas de tales conductas no acusan recibo de esas manipulaciones malévolas.

Cuando estas actitudes de agresión, en un proceso inconsciente de destrucción psicológica, de uno o varios individuos hacia un individuo determinado se hacen constantes, logran descargar sobre el otro la responsabilidad de lo que no funciona.
Si no hay culpa, no hay sufrimiento.
Propio. Del otro que arremete desde sus acciones hostiles evidentes u ocultas, por medio de palabras anodinas, de alusiones desdibujadas, de actitudes que horadan la piedra sin dejar de permanecer al margen, sin involucrar la propia responsabilidad. Pero el otro, sin tener a veces la manera de comprender desde dónde y por qué motivos se ha convertido en blanco de esas actitudes, sufre las consecuencias del acoso y se perturba.

La cultura de este momento está plagada de ejemplos donde la destrucción del hombre por el hombre se ha convertido en moneda corriente. La cuestión del poder, del poder de los espacios y los espacios del poder, ha convertido a la convivencia del hombre en un tormento que muchas veces enferma más allá de los cuerpos, más allá de los psiquismos, horadando el alma.

Dicen que pesa veintiún gramos.
Cualquiera que sea amante del cine podrá haberlo visto representado en una película que lleva ese nombre. Pero a veces, el alma atribulada de prejuicios y dolor, pesa mucho más que los cuatro kilos que dicen que pesa la cabeza.
¿Cuál será el peso de un corazón? Puesto que en él centramos nuestros sentimientos, lo representamos atravesado por la flecha del amor, lo simbolizamos en todo un sinnúmero de apreciaciones y gráficas que dan cuenta de la pasión más colorada enrojecida de pudores, le damos margen para la alegría más profunda y los sonidos de la ensoñación. Pero en este aquelarre de juramentos y traiciones, de perversidades y sentimientos encontrados, de desprejuicio y manotones de ahogados, de moretones en el alma y Cruela Devil contorneando sus caderas en un hipnótico baile de lujuria y avaricia, el sálvese quién pueda rige el cosmos y lo apabulla.

Dicen los que saben que los ciclos culturales tienen una cima y un sial; que hay que llegar bien profundo cuesta abajo en la rodada para lograr salir de este tormento. ¿Faltará mucho?
¿Cuán profundo hemos llegado en esta cuestión de las perversidades que a veces ni siquiera podemos tener en cuenta su nocividad y su peligrosidad para defendernos mejor?

Marie-France Irigoyen en su libro “El acoso moral”, da cuenta impecable del maltrato psicológico en la vida cotidiana. Lo padecemos con tanta frecuencia, resulta tan fácil de identificar en algunos casos, aún a pesar de las desgarradoras heridas que quedan a raíz de las manipulaciones del perverso, que los rastros de amargura o de vergüenza por haber sido engañados a veces afectan hasta a la misma identidad de la persona de manera cruel y terminante. Nos convertimos en víctimas sin quererlo. Los pequeños actos perversos son tan cotidianos que parecen normales. Comienzan con un abuso de poder, una sencilla (¿?) falta de respeto, una mentira, una manipulación, la sorna con que se deja caer alguna pregunta cargada de cinismo.
La forma de conducirse de determinados actores sociales, culturales, laborales, con relación al otro determina una desvalorización que puede legar a descargar la autoestima del sujeto en una descalificación que no siempre tiene referente porque al no tener la seguridad de ser comprendidas, las víctimas callan y sufren en silencio.

Insisto. Me volveré temática. La comprensión, el respeto, la valorización de las actitudes del otro, el descubrimiento y la aceptación del otro y sus premisas, sus espacios, sus tiempos, sus cosmovisiones, ¿están demodée? ¿son historia antigua? ¿pertenecen a otra cultura? ¿dónde vivimos? ¿qué estamos haciendo con nuestra calidad de vida? ¿es calidad debida?

Dejar de pensar en singular es una práctica saludable. Cuando uno puede trascender la propia mirada y abarcar con el corazón el sufrimiento del otro, creo que es cuando dejamos de ser uno y el mundo para convertirnos en uno con el mundo.
Como dijo Torcuato Di Tella, dos más dos pueden no ser cuatro, pero siempre es más que dos.
Comprender el poder de los espacios es también situarse en una situación de igualdad con el otro que redunda en ejemplos de cooperativismo, solidaridad, comprensión, comprehensión, valoración. La posibilidad de compartir los espacios para crecer, para dar, para recibir, para curar, para sanar, para elevarse y planear, más que para reptar en un asqueroso suplicio de quebrantar la ilusión del otro nada más que por la propia enfermedad que enferma y empobrece no sólo al otro, sino a toda la sociedad, nos ha sido dada.

Tenemos libre albedrío.
Era lo que nos diferenciaba del chimpancé, de Neandertal, de Cro- Magnon.
Sin embargo, en esta macabra mueca del destino, nunca hemos estado más próximos a Cro-Magnon. ¿acaso no es una herejía?
¿O será que no sabemos leer?

En la madrugada del 30 de diciembre, conociendo la perversidad de una infausta noticia que cubrió de luto a un país entero, no pude dejar de relacionar el nombre de la disco con la barbarie que se le atribuía al Hombre de Cro-Magnon… sólo que en el 2004, más allá del Carbono 14 y todas las pruebas actuales de cronologización, tenía nombre y apellido.

Más allá de las identidades individuales o colectivas, más allá de las personas y sus documentos, sus prontuarios o sus causas, la perversidad con que actuamos horroriza. La calidad de vida no tiene que ver tanto con la capa de ozono o la polución ambiental, la tala de bosques o las tierras de los wichí, que también interesan y son importantes; las calorías de la alimentación sana o las clases semanales de pilates.
Depende del alma, del corazón, de todo el cuerpo.
Depende de nuestra salud mental y espiritual.
De la calidad debida para nosotros y para con los demás.

estoy aquì



Y estoy aquí, otra vez, pensándote.
Sabiendo que está de más. Que no interesa tu sentencia.
Ya está resuelto.
Sin embargo, vacía quedo sin saber de tu presencia.
Porque no hubo preguntas ni requiebros.
Porque la suerte estaba echada.
Y fuiste vos, porque tuviste que serlo.
Como hubiera seguido no-siéndolo por mucho tiempo.
Y el carisma de mi esencia seguiría por romanza.
Por teorema.
Por costumbre de no asumir la circunstancia de cambiar
el estado corpóreo,
de la equidistancia pendular,
del mismo círculo envenenado porque sí.
Y cambiar -cambiando-nada.
Y reír, sintiendo la espalda mancillada de reproches.
Que quedaron atrás,
que nunca hubieron.
Que no sentí sino alegría de saberlo yerto.
Compartido en la penumbra de mi mente.
Gris y sol.
Aguilas y anguilas cerniéndose en el alba.
27/III/75

vagaba por tu ausencia

Vagaba por tu ausencia.
Junto al rumoroso río
nos sentamos, espontáneos.
Huésped insaciable de mi mente,
me encontraste cuantas veces has querido
en esta tarde.
El santuario inmortal de mi memoria
recorrió su desdicha por estos lugares.
Flotaba con la gracia
de las aves,
Susurrando pensamientos al amparo
del mandato solemne
de tu abrazo.

Mientras tanto,
tu merodeo peregrino
desgrana arpegios, solitario de mi rumbo,
lejos de este río que te llama
con mi canto,
susurro de cigarras para siempre
aunque ya…
se terminó el verano.