viernes, 24 de abril de 2009

mujer con sombrero





MUJER CON SOMBRERO


Lic. María Inés MALCHIODI
BECARIA BAS XXI
LITERATURA


Magdalena llamó al Museo. Quería saber el destino de la Mujer con Sombrero.
Yo, que apenas desgrano las Letras en una vocación que me contiene, me sentí en falta ante la necesidad de búsqueda de una escultura con historia. Tenía que tener conocimiento no solo de las Artes, sino también de la historia de las artes que me deslumbran desde la realidad de su estructura cada día burlando mi desconocimiento. Encontrarme con la obra de Sibellino fue parte de la búsqueda, el deslumbramiento de un encuentro con la pieza y la realidad del artista ante la propia búsqueda.
Eso de desgranar la piedra para hallar la forma, esa práctica casi memoriosa de la mano que modela, que estalla en formas cada una de las formas; esa orden del inconsciente que toma conciencia en la esencia de la obra, tiene para mí un toque mágico. La inspiración, la concreción de la escultura, la posibilidad de gestar el hijo de la alquimia de mente y cuerpo en la voluptuosidad de una pieza cualquiera sea el material que la contenga, en la intensidad de un encuentro con la idea para plasmar en formas la forma del espíritu y la mente, contiene la gracia imperceptible de los genios, en la genialidad de su creación.

Me encontré con Magdalena, sobrina de Sibellino. Ella trajo a mis manos una parte del artista que no tenía. Me acercó a la obra y también a la historia del artista. Ahora puedo conocer un poco más de qué se trata, y se los cuento.

Según me cuentan, el escultor Antonio Sibellino tuvo en San Rafael, provincia de Mendoza, la visión de comenzar a gestar la primera obra, el primer alto relieve, en todo el continente americano, cuya voluntad artística está regida por la abstracción. Al parecer, esta representaría la primera manifestación americana, de una antigua actitud esencialista para los europeos de origen oriental, semítico y egipcio, en una búsqueda en la abstracción la solución a la ansiedad de crear puntos de reposo, en medio de la fuga de los fenómenos, necesidades en medio de la caprichosidad, la naturaleza como aparente solución.

Dijo Sibellino: “En Mendoza, frente a la gran madre Naturaleza, alcancé la verdadera actitud contemplativa, limpia de vana retórica. Entonces, advertí la posibilidad de transmutar el paisaje en formas de libre geometría, de armonía poética.” Schopenhauer brinda una magnífica manera de expresar esta cuestión de la persona entregada a tal contemplación que deja de ser individuo, ya que el individuo se ha perdido en la contemplación y es puro sujeto del conocimiento, sujeto sin voluntad, sin dolor, sin tiempo…

Jorge Romero Brest decidiò que Sibellino figuró a la cabeza de los más osados, aceptando la geometría de Piero della Francesca. Nunca fue abstracto, ni pudo admitir especulación alguna que lo alejara de la experiencia que significara mirar y hacer para él a la que le gustaba aludir diciendo que era necesario tener las manos en la masa. Y porque precisamente las tuvo, su obra es tan enérgica y sentida como fue enérgico y sentido su verbo para exaltar a los mayores que supieron tenerlas como él.

A través de sus esculturas, Antonio Sibilino amó la vida, celebró la maternidad y el nacimiento del hombre, y amó la belleza y la verdad en la constructiva síntesis plástica de su obra. Esa obra que sobresale – a juicio de Romualdo Brughetti – en Torso, Mujer del sombrero de pluma, mujer del sombrero, Nacimiento, Niñez y otras piezas en el yeso, en la piedra reconstituida y el bronce, que han sido sentidas a la par con la mente y con el corazón, con obstinado amor del oficio y de la expresión artística y estética y con entrañable latido humano. Se manifiesta en ella un sentido íntegro de la vida y del arte.

Mujer con sombrero es una obra perfectamente característica del expresionismo de Sibellino: de esa maceración, de esa tortura de la forma, de esa facetización casi geometrizante de las formas que busca la expresión de lo humano aún a riesgo de caer en las proximidades de la fealdad, como una especie de voluntad de subrayar lo humano a través de un perfil realmente conmovedor, que es la propia imperfección de las formas, Córdova Uriburu sintetiza su análisis de esta obra con una frase de profunda sensibilidad: “un extraordinario artista, un excepcional artista, inclinado, lleno de amor, de sangrante amor, ante esa palpitante y conmovedora realidad que es el hombre”.

Sin abandonar el concepto monumental – formas grandes construidas reciamente –Sibellino logra dar el toque de emoción sentimental como corresponde al tamaño y la ubicación posible de la obra. La materia es trabajada en perfecta individualización, según se trate de una mujer o de un hombre. Sibellino ha logrado huir de toda truculencia y busca el modelado de la expresión más honda por un juego muy sutil de los valores.

Nacido en pleno barrio de San Telmo el 7 de junio de 1891, fue bautizado en la parroquia de ese barrio porteño con los nombres de Antonio Silvestre. Fue a la escuela llamada Amarilla, por el color de su frente, y luego a la Catedral al Norte, fundada por Sarmiento, cuyo rector Guillermo Navarro creó una cátedra de modelado a cargo de un maestro italiano. En una clase pública, revolucionaria modalidad introducida por aquella época, Sibilino reprodujo a estatua de Falucho con tal soltura y facilidad, qu fue felicitado por su maestro y los concurrentes, y el director le aconsejó a su padre que lo enviara a un taller de escultura.

En 1907 se transforma en alumno de Torcuato Tasso, cuyo taller estaba junto con otros en el Bon Marché, semillero de artistas, hoy Galerías Pacífico. Continuó sus estudios en la Academia de Bellas Artes y en 1909 fue becado por el Congreso Nacional a la Academia Albertina de Turín por tres años. Por esos tiempos, el Congreso de la Nación creía que el porvenir de un artista bien valía una ley. Tenía 17 años y fue el becario más joven. Alquiló un taller y trabajó en la más absoluta soledad de los adolescentes. Trabajó en la fabricación de cimientos sólidos, un riguroso método de trabajo sin demasiado esfuerzo, considerándose muy buen conocedor del oficio de dibujante y modelador.

El dolor por la muerte de su madre en 1910 imprime un sentido trágico a su vida a la vez que su espíritu sensible se orienta hacia una marcada preferencia por una nostálgica temática maternal.
En 1911 logra el sueño de instalarse en París, liberándose de modelos en yeso y los dibujos y atraído por la tromba escultórica que representó en Europa Rodín y luego Bourdelle, su discípulo, al tiempo que en Italia estalla un acontecimiento que revoluciona las artes plásticas y la literatura, el futurismo. Es el manifiesto futurista, que tiene mucho de literario y que, no obstante la seriedad del mismo, acaso sea el primero y más logrado intento de aplicación de la propaganda, en la modera acepción del término, a las Bellas Artes.

Sibellino acusa el impacto, lo absorbe con su temperamento ávido y curioso, y lo guarda para cuando madure y se estacione, esperando la oportunidad de mostrarlo. Tanto en Italia como en Francia, lee y estudia historia, geografía, literatura y filosofìa. Completa su cultura clásica y humanista que sirven para su evolución plástica.

En 1925 aparece por primera vez el tema de la Mujer con sombrero, que se trasformará en la médula de su obra en una suerte de leit motiv de su vida. Para ella busca con acuciante ansiedad una modelo. Comienza el tema final de su plástica, tanto en escultura como en pintura. También en su vida de relación, en su intimidad de hombre. Con ella ganará el 1956 el Premio de Honor Ministerio de Educación y Justicia de la Nación.

En la abigarrada lista de los premios que ha obtenido, tenemos una apretada síntesis de la magnitud y valía de la obra de Sibellino. Por razones de espacio, haré honor a ella en otra entrega.

El Museo Provincial Dora Ochoa de Masramón tiene el privilegio de contar con esta obra, en el reservorio del Patrimonio Cultural de la Provincia.
Gracias a Magdalena Hermitte, que se interesó por la obra de su tío Antonio Sibellino, hoy puedo contarles algo sobre la historia del arte y el arte de la historia de una parte de nuestra cultura más sacralizada y menos reverenciada por el desconocimiento y la irreverente irrespetuosidad que hacemos de nuestros consagrados.

Gracias, Antonio Sibellino.
Gracias, Magdalena.

2 comentarios:

Unknown dijo...

sabia que te conocia....te vi en pueblo rankul....pero yo ya era seguidora de tu blog.
tengo que leerlo con detenimiento. te enviè un correo electrònico un poco inseguro...pero ahora ya se que nos conocemos on.line....
un cariño grande,
alicia

ABALORIOS dijo...

María Inés. Hacía mucho tiempo que no entraba. Está excelente, te felicito. Visita los míos y opina. Son muy recientes. Estoy aprendiendo. Gracias! María Evelia

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