miércoles, 24 de febrero de 2016

abrazame

ABRAZAME

No sabés la pena que me invade. Tengo el frío del invierno cerniéndose en mi cuerpo, contándome que ya no estás. Te extraño. Sabés? no puedo olvidarme tu mirada inexperta, tu mutismo queriendo gritar de golpe todas tus emociones contenidas. Qué tristeza tan insípida, este saberte desprotejido y yermo, pero a la vez tan creído de tus dotes que te hace envilecer cada cosa que tocaras. Qué tristeza darme cuenta de todos los rincones de tus límites, y hallarte sin rincones, sólo una línea absurda que no se sabrá jamás si es tu partida, o es tu meta.
Pero para qué perder tiempo en cavilaciones.
Da lo mismo.
Sos tan hueco...
Tuve ganas de amarte como nunca habías sentido, para que supieras como sabe el gusto de los besos del amor adulto.
Tuve ganas de hacerte sentir en la piel con manos de seda, para que aprendieras que la vulgaridad de otras manos no eran para tu piel.
Tuve ganas de mirarte de frente, como nunca te habían mirado, para que supieras que los ojos mansos de esta altura de mi vida guardan todo el fulgor de las primeras miradas, acrisoladas en punzantes emociones.
Tantas ganas tuve, y todas las dejé guardadas bajo siete llaves, del candado que vos guardaste no sé para qué.
Tantas ganas de gusto y a montones, como no podrás ya nunca suponer que alguien podrá darte, porque ahora, todo el mundo sabrá que no son para vos.
Sabés? Me di cuenta que no valía la pena el día que comíamos juntos y te hurgaste la naríz. Ni siquiera te diste cuenta de mi asco. Hasta ahí, creí que pertenecíamos a mundos semejantes, pero entre todas las cosas que llevo aprendidas, aprendí que los señores que merecen gozar como señores no se tocan la naríz en la mesa de un restaurant.
Tampoco se meten los dedos dentro de la boca cuando les parece que se les rompió un diente, y en realidad sacan una minúscula partícula de hueso de pollo.

Te faltaba tanto por aprender...
Creo que fue entonces que comprendí que no valía la pena. Que tu abrazo sería sucio, desprolijo y manoteado por la inexperta soledad de tus pasiones compartidas con cualquiera.
Sin embargo, tuve ganas de enseñarte a ser un hombre con mayúsculas, distinguido, como para que fueras digno del lugar que ocupas.
Pero también con eso me equivoqué.
Burro viejo no agarra trote, cuenta la sabiduría popular. Y es tan sabia...
A vos te hace falta mucha calle para merecerte una mujer como yo.
A vos te queda grande hasta la vieja ésa que vende poleo y peperina en la puerta del supermercado. Estoy segura que es bien hembra para conseguir sustento con sus manos, con toda la fuerza de su espíritu pidiéndole a la vida que no la deje caer.
Vos sos tan distinto... No valés ni siquiera éso... ni un poco de poleo de las sierras.
Me terminé de convencer el otro día, cuando te llamaron de la maternidad.

- Abrazame,- gimió Claudia en el teléfono, contándote que el guacho que había parido era tu hijo.

Y a vos se te erizó la piel. No sabías como enfrentar al mundo con semejante realidad a cuestas, y tuviste ganas de morir. Pero antes, había que matar a unos cuantos, por las dudas. Para que no hablen. Para que nadie suponga que no tenés agallas, cuando en realidad no tenés nada. Ni agallas, ni modales, ni cojones, nada...

Sabés? A vos nunca te enseñaron lo que significa querer. Para un pobre infelíz como vos, querer es tener. No importa qué; pero tener... plata, poder, putas, todo con p. Por la p de pelotas que te faltan.
Pero no te asustes, yo no me quedé con las tuyas. Nunca se me ocurrió tocártelas siquiera. Lo mío fue  platónico desde el pié hasta el alma, idílico desde el alma a mí, con Benedetti soplándome en los poros recitando que en la calle codo a codo somos mucho más que dos, y a vos te quedó tan grande que seguiste solo por la calle de la mugre, la coima y la venganza. Porque sólo vengándote de los que somos mucho más que vos, te sentís potente.

Sabés? Ahora que te dije todo esto, puedo pedirte de nuevo que me abraces. Yo sentiré los mocos del que sufre de todas las pobrezas, fregándose en mi rostro con tu beso. 
Serás mi prójimo más menesteroso.
También puedo abrazarte desde mi decepción, y decirte sos un gil.-



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