FELIZ CUMPLEAÑOS
Feliz cumpleaños. Y al levantar la
copa de esperanzas truncas, bebo hasta el fondo la última borra de tu nombre,
con la vana ilusión del olvido para siempre. Pero la borra queda, grumosa
espuma de sangre en rosa-roja-fuego-ceniza-acristalada en una copa sin
murmullo.
Mito de cuatro enjambres mordiendo la
colmena. De cuatro repetidos sortilegios en cada encuentro sin quererlo. Por
casualidad. Con la causalidad propia de quien no quiere más que la reciprocidad
pendular del efecto dialéctico de no perderte nunca más.
Y el punto crítico donde el nunca se
junta con el siempre y se hace uno con la nada de saber que no alcanza el poder
de todos los vientos para apagar la vela de treinta y cuatro candelabros
esperando tu madurez-indómita-alborada. De cardo silvestre con panaderos
blancos.
De lirio blanco que floreció otra vez
este año como promesa por tu cumpleaños.
Que ya no festejás.
Que ya no es tu cumpleaños.
Porque el tiempo se filtró por tu luz
y te dejó sin tiempo.
O te abrió la ventana a la eternidad
sin tiempo de todas las mañanas sin ver la luz, de tanto contar estrellas.
De tanto volar por la vida, te
prendiste, golondrina sin verano, a la cándida niebla madrugada.
Y un camino de regreso serpenteando
los recuerdos.
De los otros.
De los que como yo, te estamos
esperando en cada recodo del camino ciego.
De peñascos.
De alegrías inútiles de tanto querer
ser alegres.
De tanta pureza acumulada al pasar en
cada bóveda sin tiempo.
Y recordar tu cumpleaños con la misma
soledad de tu presencia. Nevisca desolada con la condición de indiferencia.
Como pasar delante tuyo y no mirarte por orgullo que no cabía dentro del
misterio. Y tampoco se terminó el misterio.
Imposible rueca atolondrada repitiendo
las hazañas, deshilando los perfiles para que de vos no quede nada.
Porque cumplir años en un día frío de
invierno sin vos tiene el juego de los leños quemándose en la estufa. Demonios
en zig-zag desprendiendo horizontes de luceros, pregonando ventolina arrebatada
o guerra más allá de altamar.
Armonía pentatónica resbalándose en la
arena. Para poder apagar tanto fuego quemándose en mi lar. Fulgor de navidades
en baile de caprichos que se ganó el repecho de tanto villancico y plegarias en
silencio.
Y prendido a la calandria de rezar un
Padrenuestro, un Dalí, un Cristo en sombras, un llevarte siempre dentro.
Por tu cuarto plenilunio del reverso.-
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