Una profunda tristeza
invade mi corazón.
Justo a pocas horas de un año que se va, mirando la imagen de una virgen
de madera que me contempla sin mirar, siento la pena profunda de una
incomprensión que tal vez sea ignorancia.
Desde la sencillez de la palabra nunca pronunciada, comienzo a devanar
el hilo conductor de los meandros del cerebro, la mente atenta a cada uno de
los lazos que se ovillan en la mano, para así brindarlos al análisis sin
demasiada prisa.
Con pena, pero sin pausa.
Con pausa, pero sin demasiada tortura.
Con la premura vacua de tantos años de sentir que han pasado en vano,
para una comprensión que no llegará nunca porque la palabra es esquiva, porque
no se pronuncia, porque es inadecuada, porque no existe la palabra cuando dos
no hablan.
Tengo la sensación de haber estado acompañada treinta años por
fantasmas.
Fantasmas inanimados a veces, que se han movido a mi alrededor como
marionetas dirigidas por la mano experta, descarnada, venosa, cavernosa y sutil
de una gran precisión que torció todo hacia el mal, cuando ser bueno es lo
mejor del mundo…
Siempre he dicho que a algunos, el dolor retuerce en el camino del mal y
lo deforma.
Deforma la mente, deforma los sentimientos de la gente, deforma el
bienestar que se transforma en algo que tienen algunos otros porque tienen
cosas, objetos, materia, presentes, que lucen y deslucen al compás de un vaivén
que ni siquiera es propio.
Tal vez, se trate de presentes demasiado diferentes.
Tal vez, no sea más que la ilusión de vidas vividas de maneras
similares, cuando en realidad han sido tan distintas, tan elevadamente
diferentes, que se encauzaron por circuitos nocivos, espantosos, dialécticos.
Casi seis décadas van desfilando por ante mis ojos vacuos mientras la
virgen continúa mirándome.
Tantas lágrimas y risas hay tejido esta telaraña de mis años, que miro
para el centro de la misma y la araña está gorda, reluciente, cargada su panza
de millones de crías dispuestas a desparramarse por los hilos incandescentes
que acaso, mañana amanecerán cuajados de rocío.
O tal vez, las lágrimas sean las gotas que simulen el rocío que se
desparramó por mis mejillas cada vez que el dolor quiso que mi alma se
fortaleciera.
Y la puta que está fuerte.
Cada vez cuesta más que el plexo se abra con tanta fortaleza
Tengo el pecho duro, férreo, de coraza de hierro enardecido. Lo siento
gris, sin óxido, apenas herrumbrado por el tiempo.
Casi seis décadas de fortaleza hacen que el orín se filtre por ahí en
algún surco…
Y sin embargo, no logro que esta lágrima insolente se derrame entre los
mantos de la virgen que continúa allí, mirándome mientras carga un niño apenas
nacido, y ya sonríe.
“Yo te sostendré en mi regazo”, me dice, pero yo – incrédula y con poca
fe- apenas si tengo un hilo de esperanza.
La fortaleza va dejando espacio para un dolor cansino, en el que empaco
las pérdidas de a pedazos, como en jirones que alguna vez volverán a
corporizarse fuera de mi, y seremos otra vez un montón de gente amada que
volverá a encontrarse.
Mientras tanto, pienso en esta historia que acongoja mi espíritu en este
instante, desde esta tarde, cuando repasé de un manotón tanta historia
compartida sin afecto, sin encuentros, sin sinceridad.
Hablamos de solidaridad, y cuánto egoísmo adivino en tus gestos
excluyentes que hacen que a veces podamos compartir espacios y tiempos y otras
veces, tu puerta se cierra para dejarnos afuera.
Como si la familia se construyera de a pedazos, en bloques excéntricos,
que dispersan en lugar de aglutinar.
No logro comprender cuánta incomprensión habrás tenido en toda tu
historia de más de seis décadas para querer ganarle al tiempo en la materia,
mientras tu cuerpo y tu mente se resecan
cada día un poco más.
De toda la posibilidad de afecto que tuviste en tu vida, dónde quedaron
las ganas de hacer que tu vida florezca de verdad, como si pudieras comenzar de
nuevo y darte cuenta que el resentimiento, la desconfianza, el uso desmesurado
que haces de la gente cuando te sirve no sea el motor que te impulse a mover
tus actos en una sola dirección.
Por eso te sorprende que alguien pueda ser considerado y agradecido.
Porque la gratitud no es una acción que surja libre de tu pensamiento y
de tu corazón.
Por eso te molesta la nimiedad de un diálogo insulso que pueda decirte
como entre pares que sos de una determinada manera, cuando en realidad lo sos,
pero no lo puedes convalidar.
Una vez, te dije que no sabía lo que era tener hermanos, por lo que
tampoco podía saber lo que podía sentirse perdiéndolos.
Perdiste dos.
Te quedó uno.
A quien a veces no termino de entender si verdaderamente consideras tu
hermano, o alguien que te sirve mientras puede serte útil en alguna medida.
Tan desdibujada está tu mente y tus entrañas, que no te alcanza el
elemento para diferenciar donde termina el hijo, dónde se confunde con la hermandad,
quién fuera el padre, dónde está la pareja.
Todo eso te pasa en tu interior, y no se si te alcanza la terapia para
darte cuenta.
Mientras escribo todo esto, me doy cuenta que de algún modo sos
importante en mi vida para tomar los últimos ratos de este año para
dedicártelos.
Habiendo tanta gente en el mundo con quien compartir, teniendo la cabeza
llena de ilusiones, el corazón rebozando de esperanzas, la ternura a flor de
piel, es que desde ahí creo que elegí hablarte para decir todo esto que no puedo
terminar de poner en otra parte más que aquí, en la virtualidad de una página
que se prende y se apaga, como las luces de un árbol de navidad, tan vacuas,
que no se si el año próximo volverán a funcionar.
O si encontrarás el árbol, de entre tantas cosas que perdés.
Alguna vez se te ocurrió pensar que los demás sienten, viven, laten,
palpitan, sufren, se animan, se amilanan, se acobardan, se ilusionan, se
confunden, se alegran con la compañía, se sienten solos, tienen defectos y
virtudes igual que vos y que el resto del mundo?
Alguna vez se te ocurrió pensar que lo que vos estás queriendo hacer
ahora, seis décadas después, otros lo hicieron a su debido tiempo, cuando era
la época de hacerlas, y no necesitan competir con nadie, ni con vos, ni con
otros, porque no son iguales que vos?
Alguna vez se te ocurrió pensar que te lo pasás peleando igual que tu
hija, con tu madre, con fantasmas, con amigas, aunque después esté todo bien,
se sonrían y salgan a comer juntas porque hay que aparentar?
Alguna vez se te ocurrió darte cuenta de qué manera tu discurso es de
desprecio, de soslayo, como si hicieras el favor de incluir a alguien en tu
grupo cuando los demás tienen luz propia y pueden estar en cualquier grupo,
mejor o peor, sin que vos lo incluyas, lo excluyas, le concedas la deferencia
de tenerlos en cuenta en algún momento y lugar de tu propia historia?
Alguna vez se te ocurrió pensar que a los demás le duele tu
indiferencia, que los demás no son un paquete que ponés o sacás de donde se te
ocurre, en el momento menos o más pensado, pero porque tu voluntad te indica
que ahora es el momento y lo hacés, sin tener en cuenta que el discurso es
envolvente y confuso, y hasta a veces parece que incluye cuando en realidad tu
voluntad no se acerca a él?
Es cierto.
A la gente hay que aceptarla como es.
Y llevo más de treinta años intentando con ustedes.
No has tenido la solvencia de enseñarle a tus hijos que insultar al otro
es una falta de educación.
Ni siquiera les has advertido que habría que callarse cuando criticaban
a alguien desenfrenadamente, con epítetos insolentes aunque más no fuera por
una cuestión de edad?
Ni siquiera te has dado cuenta que no has sabido separar los problemas
de los adultos con los de los niños, y has mezclado en una bolsa demasiado
gigante, demasiado hedionda, toda la basura que no supiste desprender de tu
vida como para querer mezclarla en la nuestra, y así fue como tuvieron hasta la
poca delicadeza de irrumpir en casa ajena creyendo que era propia, sin siquiera
saludar
Cómo se te ocurre que me puedo haber sentido tantos años sosteniendo la
situación de no saber por qué a veces pueden saludarme y otras veces, si
pueden, miran para otro lado, nada más que por no haber hablado jamás de frente
y sacar todas las basuras que tenían en el corazón?
Si fuera así de fácil, sabés cuánto tiempo haría que no tendríamos
trato?
Nunca se te ocurrió pensar que tu hermano fue a vivir a san luis a pesar
de tus maldiciones (que creo que todavía funcionan) para acompañar a su madre
que había perdido a su segunda hija?
No te importa.
La hija pródiga siempre fuiste vos.
Fue lo único que te importó siempre.
Ser el centro de todo.
Hasta de tu propio clan.
A costa de tu clan, por supuesto.
A costa de tener un desperdicio de vidas malogradas, deshechas, cada uno
recomponiendo los pedazos como pueden, a manotazos, entre viajes vip y sueños
que jamás se cumplirán, porque no hay asidero para tanto engaño…
Treinta y cuatro años llevan creyendo que soy estúpida.
Otros tanto suponiendo que soy agresiva, altanera, soberbia,
insoportable, yegua hija de puta, como dijo tu hija mayor, guacha de mierda
como dijo la del medio, pero jamás algo enriquecedor…
Para tu legítimo esposo, yo era hiriente, punzante…
Sin embargo, pudiste volver a comer luego de su muerte porque la hiriente
fue a revolver los papeles archivados para que te pagaran su pensión.
Cómo no serlo, acostumbrada a estar sola, educada en la responsabilidad
y el no se toca lo ajeno, cuando la horda te lleva por delante, te avasalla, te
roban desde las bombachas y los anillos hasta la plata que tenías guardada en
un bolsillo de la valija que llevaste por unos pocos días de visita a ese
palacio familiar en ruinas que se estaba viniendo abajo como toda la familia?
Cómo no serlo cuando querían demostrar que todo estaba bien y yo era la
impura?
Cómo defenderse si no con las únicas armas que tenía a mano, con tal de
defender lo que había elegido, y que ustedes trataban como si tuvieran el hijo
bobo que había que seguir criando?
Alguna vez de entre todas las veces que me criticaron, tuvieron la
posibilidad de la empatía?
Alguna vez pudieron saber siquiera lo que eso significaba?
No te das cuenta que para tener un hombre al lado tuviste que quitárselo
a una pobre infeliz que dejabas a conversar con tu madre mientras te hacías llevar
a comprar verduras?
Además de la agresión, tengo la buena memoria, y eso, a veces, resulta
insoportable.
Pero que después de decirme yegua de mierda, guacha hija de puta,
insoportable, soberbia, hiriente, engreída, y todo lo negativo que se les vino
a la boca, tanto a tus hijas como a quien quiera que tuviera opinión en tu
derredor, que hasta los amigos de tu hijo único varón llegara a preguntar si
realmente podía ser para tanto… no tengan la decencia de no usarme, es como
demasiado.
Sabés qué?
Si soy todo eso y tanto más, que gracias a la virgen, que me sigue
mirando mientras me señala el reloj y me dice que más de una hora de este
último día del año es demasiado para dedicarte a vos y a tanta mugre dispersada
en treinta y pico de años, creo que tengo que dejarme de joder de pensar en
vos, hacer borrón y cuenta nueva, festejar el año nuevo con mi verdadera
familia, que es con quien me he quedado porque no estaba en tus intenciones que
lo pasáramos juntos, no, qué va!
Vos pretendías que fuéramos a san luis para acompañar a tu madre para
que no estuviera sola.
Vos, ombligo del mundo que siempre pretendiste organizarle la vida a
todo el mundo, sociedad, mercado, vida, porque después de vos no hay nada,
pensaste que los boludos de siempre tenían que hacer lo que vos tenías
planeado: quedarse con la mami. Porque la mami no quiere hacer otra cosa más
que contradecirte, porque la relación de ustedes es ambigua, y entre dos se
enloquecieron más de seis décadas.
Feliz año!
Y que todo lo que quede por delante, sea para darte cuenta que la mierda
de los grandes no tienen por qué comerla los chicos.
Que es una pena que no te dieras cuenta que cuando las cosas no se hacen
con el corazón se nota,
Que te has perdido seis décadas de afecto por no encontrar la dirección
que te lleva derechito al alma, tan mezclado estuvo tu camino de vericuetos y
necesidades que te hicieron perder el rumbo.
A la edad que vos te casaste, yo empezaba a estudiar.
Vos querés estudiar a la hora de criar tus nietos.
Por eso, te perdiste el encuentro y la ternura de unos cuántos.
No importa cuánto sea tu pérdida.
A mi me importa cuánto es tu desprecio, tu falta de caridad, tu falta de
sinceridad, tu necesidad de sacarle provecho a la gente sin dar de vos ni
siquiera tu compañía una noche de fin de año.
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