REFLEXION
Se rompió-, murmuró tu hijo a media
lengua, y no entendí muy bien de qué se trataba.
Es cierto. Los niños son sabios.
No pude saber qué era lo roto para él,
porque de golpe me di cuenta de lo que
se había roto en mí, de repente.
Vos y yo no pudimos ser nosotros todavía y ya no es
entero.
Siempre supe que cuando se llena un
agujero con otro, queda un vacío. Y sin embargo, me empeñé en verte y
encontrarte porque me gustaba tu ser, tu vivir, tu todo.
Y siento que
me quedé sin todo, sin tenerte.
Pero no era tener tu cuerpo lo que me importaba.
Tal vez, mi necesidad de vos fuera
mucho más profunda, mucho más pretenciosa, mucho más incoherente, mucho más
definida, mucho más optimista, mucho más rebuscada, mucho más avarienta, mucho
más egoísta, mucho más placentera, mucho más.
Por eso, tendré que conformarme con
menos.
Con pensar que pudo haber sido
magnífico, pero.
Quise tenerte fuera del tiempo, pero
estamos dentro.
Quise quererte por vos, pero vos sos
todo.
Quise quedarme con vos, pero se
rompió.
Tal vez, mi necesidad de vos fuera
menos urgente, menos perniciosa, menos alocada.
Porque de todas las necesidades que me
aquejan en mi ahora, con jugar con vos a las plazas y robos de encuentros me
bastara para sentir que todavía se puede compartir algo con alguien y de paso
crear todos los días un poco, conocerte cada vez de una manera diferente,
disfrutar con vos de la sonrisa de un niño por éso, por el niño y por la
sonrisa, no por tu culpa y mia culpa de no saber por qué.
Si vos y yo sabemos bien por qué.
Si vos sabés que estoy mal aunque no
sepas demasiado bien por qué.
Si vos sabés que yo se que estás mal,
aunque nunca te pregunte la causa - consecuencia de tu mal porque no interesa,
porque no es la historia de seguir removiendo cosas viejas o tan contemporáneas
como la discusión de cada día con el otro que creemos que se quedó en casa
mientras vos y yo mirábamos las palomas en las plazas.
Si yo voy a las plazas a éso, a mirar
las palomas y los niños y los juegos y las plantas y todo lo que existe a pesar
de los problemas que, a veces, también salen de paseo con nosotros, pero por
favor, que no se note tanto.
Porque también supe desde siempre que
por más que vueles al fin del mundo, los problemas se filtran en tus maletas y
viajan con vos a dónde vayas.
Entonces, o no vayas al fin del mundo
o no armes tus maletas. la opción no es fácil, pero para qué transportar
problemas.
Por eso me gusta ir a la plaza y mirar
la planta porque es planta, y mirar al niño que por suerte aún es niño, y
tocarte a hurtadillas el brazo porque qué linda que adivino tu piel, y no toqué
más que tus manos y un pedacito de tu brazo.
Es cierto.
Sigue siendo conversado, como vos
decís.
Y yo me pregunto qué será cuando no
sea más conversado.
No podés llamarme veinte veces por
teléfono para después tocarme la rodilla por debajo de una mesita de café. Y
qué creés que pasaría después. Llamarme otras veinte veces por teléfono para
robarnos la imagen media hora, para probarnos el cuerpo media hora, y sentirnos
de fuego media hora y creer que nos amamos media hora porque sòlo tratamos de
inventar el resplandor de tu cuerpo y el mío encegueciéndose en sentires porque
me sabés sensual, porque me gusta tu piel, porque es tu forma de iniciar una
pareja y también fue mi forma hace ya algún tiempo, cuando no tenía pareja.
Ahora tampoco la tengo.
Ahora tampoco me llaman ni una sola
vez al día, ni me tocan la rodilla por debajo de la mesa, ni me tienen siquiera
media hora para acariciar mi cuerpo.
No comparto ni una mesa, ni una
música, ni una sábana, ni un deseo, ni un encuentro ni una plaza ni un
silencio.
Ni.
Tengo demasiada necesidad como para
arriesgarme a compartir un rato dos veces por semana y después llamarte cuando
pueda.
Cuando puedas.
Tengo demasiada necesidad de hombre
como para conformarme con un pedacito de vos, de tu cuerpo, de tu mente.
Tengo demasiada necesidad de intelecto
y cultura y sentir y sentimiento y familia y abrazo y deseo y que me quieran y
que rían conmigo y que lloren conmigo y me aprieten de repente fuerte la mano y
decirme de repente lo mismo que te estaba por decir y que la ciencia y los
espejos y la gente y los desvelos y las ganas de crear y crecer al mismo tiempo
y te das cuenta por qué de repente me conformo con mirarte a través de los
niños en las plazas y los helados y los juegos.
No quiero perderme.
Prefiero quedarme sin vos antes de
tenerte aunque sea una sola vez, antes de quedarme sin nada porque las culpas
son muy grandes.
No quiero culpas.
Si no te hubiera conocido, tendría que
haber arreglado mi vida sin vos.
No quiero que seas la excusa.
No quiero el manotazo de media hora
porque me gustás.
Vos sos un todo. Y prefiero quedarme
sin tu todo a tenerte a medias.
Mientras tanto, elijo las plazas y
regalarme tu ser con tu llamado, y verte con misterio en tu trabajo porque así
te tengo y no.
Porque te miro y muero y peor que
muero si no te miro. Pero ya ves, no puedo decir amor, como termina el párrafo
de Benedetti, porque esta herida duele como dos -corazón coraza- y por ahí
algún día te tendré sin no.
No se.
Además, como pretender tenerte si ni
siquiera me tengo yo.
Cómo aspirar a tener tu todo si yo me
tengo de a pedazos, como la infinita parte de un rompecabezas que no termino de
armar del todo porque por ahí me asusto.
Estoy desdibujada y pretendí mirarme
en vos.
Pretendí pensar cómo será tener un
hijo con vos, y hacer ese hijo con vos, y sentir tus ganas y vivir tus días y
caminar tus noches y recorrer las circunvoluciones del cerebro prendida de tu
mano y agacharme de repente porque pasaremos por debajo del sol, y compartir tu
pan y saborear tu sed, y apretarte fuerte la mano porque vamos a trasponer el
universo y el romanticismo iluso se me quiebra de repente porque tu hijo es
sabio y dijo se rompió.
Es cierto.
Vos y yo -sin nosotros- tenemos
demasiada carga en las conciencias.
Vos y yo no podemos separarnos
contentos porque por ahí se nos cruza esa ridícula idea de tirar todo a la
mierda y qué haremos después con la conciencia, con la culpa, con los miedos,
con todo el pasado que nos queda prendido como musaraña del recuerdo y no nos
deja vivir como quisiera.
Vos y yo no podemos animarnos a
reirnos displicentes porque es cierto, "en la calle codo a codo somos
mucho más que dos".
Y tal vez ser dos cueste demasiado.
Tal vez ser dos no valga la pena.
Tal vez.-
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