POESÍA
III
Sobre
mi regazo
acomodé
tu espalda.
Incliné
tu cabeza en el cuenco
de mi
brazo
izquierdo.
Pasé
mis dedos
desenredando
la maraña
de tu
pelo.
Besé tu
frente,
cada
uno de tus ojos,
apenas
rocé tu boca
con mi
beso.
Un nido
de mariposas gualdas
echó a
volar
en el
centro de mi pecho.
Te amé
en silencio.
Acompañando
los
latidos de todo el cuerpo
sentí
latir mi vientre
entre
tu aliento.
Besé
la
palma de tus manos,
cada
uno de tus dedos.
Sentí
el calor
arrebolado
de tu
cuerpo,
la
energía del cosmos
atrapada
en mi regazo,
el
temblor de soles y volcanes
derramando
lava en las simientes.
Cerré
los ojos.
Eché
hacia atrás mi cerviz
y gocé sin verte.
Sin
tenerte,
estabas
ahí,
entre
los pliegues de mi anhelo,
agazapado,
trémulo
de amor desconocido,
tímido
hasta
el ocaso del día siguiente.
Por
todo eso
y mucho
más
te amé
esa tarde
y otra,
y otra
más, silente,
hasta -
por fin –
tenerte.
ROMANCE PARA MI NIÑA
En su nidito de espuma
está mi niña dormida.
¿Dónde quedaron tus sueños,
dónde se han ido tus días?
Niña, mi niña te busco
niña, mi niña perdida.
¿Dónde se esconde tu llanto
jugando a las escondidas?
En las paredes del tiempo
donde lloró el alma mía;
en los pliegues de mi cuerpo
niña mi niña chiquita.
Qué dulces fueron mis sueños
cuando tu corazón latía
muy cerquita de mi pecho
muy adentro de la vida.
Qué tristeza tengo ahora,
niña mi niña querida.
Este dolor sin consuelo,
esta llaga y esta espina;
los espasmos de tu llanto,
la tristeza de tu almita.
No llores niña, mi niña.
Los ángeles te llevaron
a aquélla casa bonita,
la Virgen te daba flores
y en sus brazos te mecía.
Los ángeles te acunaron,
chiquita, bebita mía,
velo de noches muy largas,
plumón de espuma y caricias,
canción de cuna y silencio
duelo de llanto y cenizas.
Hoy yo te suelto las manos
niña, mi niña chiquita,
beso tu pelo en el aire
y sueño que me acaricias.
Tal vez estarás bailando,
tal vez soñando, dormida,
en una cuna de estrellas
con sábanas de strelitzias;
tal vez cantando en un coro
de ángeles y golondrinas,
niña, mi niña dormida.
En un cielo de ilusiones
estás, mi niña querida:
con la pureza de tu alma,
bendíceme el alma mía.
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