ESPERANZA POR VOS
Es febrero. Otra vez, todas las veces
de todos los años, es febrero. En el segundo mes que empieza de este año, de
este siglo, de este milenio, y vuelve a ser febrero.
Aún te espero.
Como una paradoja de los sinos, vuelvo
a vos, como todos los años en febrero. Este desbaratado encuentro de los días y
los tiempos que acompañan mi espera por si acaso, porque estoy segura que
estarás ahí, donde te busque, esperándome que vuelva como cada febrero de todos
los años, empecinado.
Porque qué otra cosa fue este juego de la espera, más que una
esperanzada espera de dos que no supieron decir las palabras exactas en el
momento preciso, y dejamos escapar la arena de todos los relojes entre los
ansiosos dedos de dos clamando por lo mismo.
Porque
qué otra cosa es este ir y venir deambulando en las imágenes de todos
los caireles que se repiten en sonrisas y agresiones porque sí, porque ya no
dábamos más por adulto encuentro de dos niños pidiendo a gritos y en silencio
por el otro, pero el otro seguía esperando porque sí.
A qué dudarlo. Una hormiga
desorientada encontró el camino hacia el abismo de mi seno en las repetidas
imágenes del silencio impregnado de canciones, de poemas y palabras de otro que
no eran más que todos los otros entrecortados en nosotros, repitiendo el
acompasado vuelo de las libélulas presagiando la tempestad y el viento.
Sabés? Ya no dudo. Iré a tu encuentro.
Liberando las lunas cautivas en tu
aliento, te buscaré en febrero.
Con esperanzado anhelo, hasta
encontrarte.
Podré acercarme a tu reja de conejo
enjaulado, y la dejaré abierta para que aprendas de la libertad de adentro.
Ya no hay más tiempo.
El acompasado fulgor de esencias y
ansiedades se entremezcla en la maraña de tu pelo, y es ahora mi aliento el que
te llama a tientas en medio de la noche amanecida.
No tengo prisa.
Se que estás ahí, agazapado entre las
zarzas, aturdido de temores que no encuentran vertedero.
Los miedos serán siempre dragones
acechantes en la oscuridad de tus temores. No hay dragones. Sólo fantasmales
recuerdos de otras vidas diciéndote en silencio que el no puedo no podemos es
una historia de otros que no se animan a vivir la tristeza y la alegría de la
esperanza de dos compartiendo situaciones.
A qué negarlo.
Si así es la vida.
Lo he sentido, lo he palpado sobre mí
en infinidad de situaciones sintiendo tu desesperado e irrefrenable deseo de
dos escondiéndose en las sombras
incandescentes del deseo.
A qué te fuiste. Sólo intentando
postergar un infinito fulgor de estrellas que volverán a encenderse con la
próxima oscuridad, en el irrefrenable devenir del cosmos más allá de vos y de
mí.
Volverán las oscuras golondrinas de
Becker, los poemas de Benedetti, las canciones de Serrat, y si, volverán...como
vos y yo, ... todos ellos, muchos más, a decirte que ... no tiene remedio. Y
vos sabrás de antemano que la gente anda por ahí diciendo que es peor el
remedio que la enfermedad, y también sabés que la enfermedad es el síntoma de
lo que te está llamando a cuatro voces, gritando casi a voz de cuello que algo
pasa, que hay que descubrir en el síntoma del dolor el infierno del cuerpo
diciendo lo que siente.
Y el cuerpo me duele en todas las
partes en que dibujo tu mano acariciando la piel de mi cuerpo, y me duele
también el alma por la espera y la ansiedad. Me duele la vida en la esperanzada
esperanza de tenerte y que me tengas, y es un clamor incandescente, adolescente
de todas las dolencias juntas en manojo de sentires que este remedio se evapora
con los vapores del cuerpo, con las esencias del tiempo, con todos los soles y
todas las verbenas de los campos en febrero
y este descuidado murmullo que ha comenzado a hacer demasiado ruido.
Es el ruido de todos los rumores
acompasados de ilusiones que han comenzado a desmoronarse en la realidad de los
temores, de tus temores demasiado abigarrados en la soledad de dos que no están
solos, pero a qué escurrirse, en esta desmesurada premura por escapar del sol a
medianoche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario